viernes, 18 de noviembre de 2016

Eugen III









-         - Sígueme, cuando estemos en la calle trata de mantener la distancia y no compartir la misma acera que yo.
-          - Pero ¿Vas a explicarme de qué va esto o pretendes que vaya detrás de ti sin más?
-       - ¡Anda ya! ¿Vas a decirme que no te agrada tenerme delante? – Aquella chica se permitió ponerme ojitos. Por supuesto seguía burlándose de mí.
-          - ¿Eh? – Respondí en un alarde de elocuencia.
-       - Sígueme y cállate criaturita. – Abrió la puerta de acceso a la azotea sin mediar más palabras y me lancé tras ella tras un momento de vacilación.

Seguí a Norna un tanto confuso mientras sentía una mezcla de nervios y aprensión. Lo que me estaba sucediendo era un tanto extraño; había estado a punto de suicidarme o, al menos, de dedicarme a mí mismo una escena dramática y de repente seguía a una mujer completamente desconocida que, sin embargo, parecía tratarme con intrusiva confianza. Me daba la impresión de que ella me conocía bien, lo cual no aumentaba mi confianza en la situación. La seguí fuera de la zona limpia, es decir, la parte nueva y reconstruida de la ciudad, bien surtida de servicios públicos automatizados y edificios de diseños preciosistas impresos sobre el mismo terreno allanado. Las amplias y limpias avenidas con sus estanques y micro-bosques dejaron paso progresivamente a una urbe más clásica a través de calles cada vez más angostas. Los restos de comunes vivían en su mayoría en esta zona, yo tuve suerte en un sorteo de edificios nuevos y vivía en la zona nueva, lo cual no ayudaba a mejorar la percepción de mi mismo en el mundo. Se me ocurrió en ese momento que quizá si me hubiera rodeado de la añeja normalidad de la poca gente tradicional que quedaba soportaría mejor a la sociedad actual. O eso o compararía y entonces sería más deprimente todavía.

Llevábamos andando alrededor de una hora y media y el estado de decrepitud de la ciudad era palpable; los proyectos económicos se habían volcado casi por entero en la ampliación de la zona urbana con nuevos conceptos e ideas, relegando a una somera reconstrucción la parte tradicional de la urbe,  la cual en algunos casos todavía dejaba entrever las heridas de la guerra; manzanas tapiadas que escondían restos de edificios, fachadas agujereadas, edificios prefabricados cerca de antiguos bloques del siglo XX y XXI y ruinas que simplemente estaban ahí y que en ocasiones sorprendían con fosas comunes o cadáveres fundidos en los cimientos y andamiajes. Tras cruzar una esquina vi como Norna entraba en una tienda de instrumentos musicales así que la seguí con una creciente sensación de irrealidad. Parecía que estaba metido en algún programa de espías de baja categoría.

-       - ¡Bienvenido Eloi! – Quien habló era un hombre de aspecto amable entrado en años, apoyado tras un mostrador de cristal vacío.
-        -  Uhm… gracias. ¿Nos conocemos?
-     - Bueno, nosotros a ti sí, como habrás podido deducir. Te lo explicaremos dentro de poco, mientras tanto pasa por aquí. – El viejo señaló una puerta con una sonrisa y sin pensarlo demasiado crucé el umbral.
-      - Disculpe, ¿Cómo ha dicho usted que se llamaba? – Una densa oscuridad me envolvió tan pronto entré en la trastienda. Recuerdo la breve sensación de agobio que sentí cuando noté que no controlaba mis extremidades. Ese día me estaba luciendo; me estaban dejando inconsciente en un lugar completamente desconocido y nadie podría haberlo dejado tan fácil como lo hice yo. Alcancé a escuchar una respuesta teñida con un tono burlón.

        - Siendo como eres, eso ni siquiera te interesa querido muchacho.




-          - Eloi, ¿Cómo estás?
-          - ¿Eh?
-         - No parece un tipo muy avispado… ¿No decías que era un alfa? Su recuperación es pobre y me quedo corto.
-         - Quizá se te fue la mano con el gas
-         - Pero mira su cara, parece… en fin, sus ojos reflejan la intensidad de una ameba.

Aquello era indignante, créanme.

-        - Suéltame y te enseño lo intensa que es una ameba, subnormal. – Intenté ponerle un poco de rabia a mi amenaza pero sonó algo gangosa y definitivamente pastosa. Ah, también forzada. Pero bueno, me sentí orgulloso de plantar cara a ese par de sombras sobre mí.
-         - ¡Mira, se revuelve! Eso está mejor amigo. ¿Dirías que percibes bien tu entorno?
-       -  Quizá si te enfocases tú esa luz en la cara lo percibiría mucho mejor… ¿Quién demonios os habéis creído que sois?
-        -  Sí, creo que nuestro agudo compañero percibe bien nuestras voces.
-        - Quizá podríamos pasar a la siguiente fase, avisemos a Hicso.
-        -  Sigo aquí personajes, ¿Qué mierda estáis haciendo?
-      -  Por ahora nada, pero Hicso vendrá y te lo contará todo. Te recomiendo que disminuyas tu tensión y controles esa burla de ira que expones.
-     -  Lo que Ethan quiere decir es que no hay ninguna amenaza para ti, Hicso es el más apropiado para explicarte en qué consiste todo esto. Déjame decirte que si tras su explicación no deseas querer saber más sobre nosotros simplemente despertarás en tu casa y decidirás sobre tu vida como siempre has decidido sin recordar absolutamente nada. Sinceramente te recomiendo que nos escuches con atención, no has tenido una vida muy interesante si me permites el apunte.
-       -   Me caes mejor tú que Ethan, debo reconocerlo…
-       -   Esa es mi tarea. Me llamo Nero, encantado Eloi.

Intenté hacer algunas preguntas y me respondieron a las más básicas. En definitiva, no sabía dónde estaba pero supe que formaban parte de algún tipo de organización clandestina. La deducción no era muy brillante, pero al menos percibí que no corría demasiado peligro. Además Nero tuvo la amabilidad de cubrirme los ojos con un antifaz para evitar la luz cegadora que me estaban aplicando. Estaba a solas con Ethan cuando llegó Hicso. Por la manera que tenían de hablar de él esperaba una voz grave e imaginaba un tipo carismático con cicatrices, lo que esperas de un antiguo combatiente rejuvenecido tras la guerra. La voz de niño y la gracia al explicar las cosas aumentaron aun más mi desconcierto.

-       - ¿Cómo estás Eloi, te han tratado bien mis amigos?
-       - ¿Eres Hicso?
-     - ¡Sí, tengo el gusto! Disculpa mi reiteración querido Eloi pero tu estado me es importante, ¿Estás bien?
-       -  La silla es cómoda y el antifaz útil. Quizá aflojaría un poco las ataduras.
-      - Bueno, me temo que eso por ahora no es posible. Veo en los monitores que la circulación de tu sangre es óptima, así que créeme si te digo que no corres riesgos. – La voz y la cadencia de Hicso me resultaban familiares. Esa manera de hablar era demasiado correcta como para resultar completamente natural.
-        - Dime Hicso, eres un eficiente, ¿verdad?
-       - Pues sí, ¡aciertas de nuevo mi perspicaz amigo! Contándote lo que te voy a contar entenderás que no puedo repetir que tengo el gusto de ser lo que soy, aunque mantengo que efectivamente adoro ser quien soy.
-        - Eso suena un tanto extraño. Ser quien eres es resultado directo de ser lo que eres.
-      - Claro, desde luego, pero déjame proponerte una situación. Imagina que lo tienes todo Eloi, todo. No obstante ese todo que posees pende de un hilo tan estrecho que no solo no está bajo tu control si no que es terriblemente endeble. Piensas rápido, digieres rápido y te desarrollas rápida y maravillosamente. Pero Eloi, todo eso es mentira, estás completamente subordinado a los caprichos químicos de un dios. Ese dios te ha llenado de complacencia y seguridad en ti mismo y, sin embargo, nada de quien eres se relaciona con lo que tú eres. Has resultado así sin que tú hayas decidido cómo llegar hasta ahí. Comprendes que eres casi perfecto pero de súbito comprendes que tú no eres tú, tú eres quien ha sido diseñado para ser. Sé que pensarlo es un poco extraño, pero déjame augurarte que antes de la siguiente media hora habrás comprendido a la perfección a qué me refiero. Por fortuna ese dios que te mencioné es absolutamente falible y alguna que otra oveja del rebaño se le ha escapado. Esta oveja te va a explicar en qué consiste esta aventura en la que te has embarcado.

Lo que Hicso me contó casi me hizo admirarle y compadecerle por lo que era. Ellos, los eficientes, estaban diseñados para ser como eran hasta un punto mucho más grande que lo meramente físico. Estaban diseñados para ser dóciles y orientados a realizar tareas del mismo modo que los funcionales pero de una mayor complejidad. La situación era como si yo no pudiera tomar ninguna decisión durante toda mi existencia, como si todo lo que hiciese estuviera absolutamente preparado. Alguien podría decir que esa es exactamente nuestra realidad, pero cómo estaban ellos diseñados era algo que trascendía al concepto de alienamiento social; ellos actuaban exactamente como estaba prediseñado que lo hiciesen, no gozaban de ninguna libertad real y desde su vida profesional a su mundo privado todo estaba decidido. Qué harían al llegar a casa, qué programa verían en televisión, de qué tema hablarían con sus congéneres y cómo afrontarían las situaciones que la vida les impusiese eran conceptos que no se planteaban pues ya estaban decididos en sus estructuras lógico-racionales, dicho de otra manera, los eficientes no pensaban, solo actuaban de una manera continua que a un observador externo le parecería la mejor en cada momento. No es que ellos llegaran siempre a una buena conclusión, es que esa conclusión ya estaba decidida en su cerebro.

Aquello de por si era muy violento. Tantos padres pensaban que sus hijos serían lo mejor que sus genes pudieran ofrecer más alguna ayuda externa cuando realmente estaban produciendo una suerte de autómatas orgánicos sonrientes y saludables. Esta información que recibía desde la oscuridad provocada por mi antifaz estaba lejos de terminar ahí, Hicso me contó que algunos eficientes despertaban a lo largo de su existencia, algo en su sistema de acondicionamiento fallaba y cobraban conciencia de sí mismos. Imaginé que sería un número muy limitado de ellos así que me sorprendió saber que la proporción eran unos tres de cada diez. Con un porcentaje del 30% rápidamente pensé que sería imposible que esto que Hicso me contaba no fuera conocido por el resto de la población, pero también me aclaró esa duda: Los sistemas de control social detectaban estos despertares y, mediante una simple variación en la química de la atmósfera en el hogar o puesto de trabajo del eficiente lo desconectaban, que es una manera muy suave para decir que los asesinaban. El resto de testigos eficientes o funcionales simplemente borraban ese recuerdo de sus cerebros previamente diseñados para tal fin.

La sociedad que había puesto sus ojos en mi estaba formada por disidentes de este proyecto que aprovechaban las carencias de vigilancia en las zonas aun medio destruidas de las ciudades. Su tarea consistía en ser más rápidos que el Sistema de Control Social en detectar a los despiertos y tratar de salvar a cuantos más eficientes pudieran mientras reclutaban comunes para la causa. La situación requería premura pues en una generación más quedarían pocos comunes que reclutar y la organización estaría condenada a desaparecer mediante simple vejez. El SCS les cazaba pero sabía que el tiempo era su aliado. Por otro lado el fin de este grupo no era eliminar la variabilidad genética selectiva y la reproducción asistida artificial, conocían bien los precedentes históricos que la humanidad producía por sí misma, si no tan solo otorgar a la nueva humanidad una libertad de decisión individual desde un punto de vista privilegiado como eficiente libre de acondicionamiento. Dicho de otra manera; los comunes estábamos simplemente avocados a desaparecer resultara de una manera u otra. El mundo PPG sería para la neo-humanidad, no para nosotros, pues el fin de esta organización clandestina era inmolarse por un colectivo que les trataba con arrogancia artificial mientras trataban de salvarles de una situación que ni siquiera estaban diseñados para percibir a la vez que, año tras año, se dirigían hacia la extinción como especie.

-      - Te cagas… - Respondí a Hicso en otra elocuente perla en lo que iba de día.

-     -  Exactamente Eloi, debes creerme si te digo que a mí no se me hubiera ocurrido una sinopsis tan genial como esa. – El muchacho respondió con toda naturalidad y alegría, como si lo que me acabase de contar no le afectase en absoluto. – Ahora, amigo, es cuando decides si estás dentro o fuera de nuestra excelsa sociedad liberadora. 

martes, 1 de noviembre de 2016

Eugen II


Resultado de imagen de destroyed city



Tras la caída de la URSS y el auge de los conflictos asimétricos en el panorama internacional quedaron claras dos conclusiones inmediatas; por un lado Occidente se había impuesto como potencia militar hegemónica y absoluta y por el otro se puso de relieve que los ingentes tamaños de los ejércitos occidentales eran no solo absolutamente caros a la hora de ser mantenidos, si no completamente inútiles en cuanto a tamaño se refiere. Mediante una serie de coreadas alianzas, tales como la OTAN y el EUROFOR, los diferentes países integrantes deciden compartir las responsabilidades y conformar una suerte de ejércitos que formaban parte teórica una gran coalición integrada, multiplicando fuerzas y capacidades. Esto, unido a los antes mencionados conflictos asimétricos, tuvo como resultado la creación de ejércitos dotados de una alta tecnología y muchos menos miembros que los ejércitos de la llamada guerra convencional. La hipotética paz que disfrutó Occidente durante décadas trajo de la mano una relativa complacencia de sus sociedades, ajenas a una realidad cada día más cruda. La existencia de dichos ejércitos altamente desarrollados permitió que los conflictos tuviesen lugar en áreas que los medios de comunicación hacían parecer de otro planeta, alimentando más esa sensación de confianza artificial que la sociedad “desarrollada” poseía.

Aquello nunca estuvo destinado a ser eterno. China había ido desarrollando una progresiva modernización de sus ejércitos, dotándolos de una capacidad de proyección estratégica (poder desplegar unidades autosuficientes a varios miles de kilómetros de sus fronteras) creciente que le permitió anexionarse gran cantidad de territorios a su alrededor al comienzo de la guerra, haciéndolos servir de puente para invadir África, previamente colonizada durante el siglo anterior. Para el año 2142 su ejército no tenía nada que envidiar a los ejércitos de Occidente. Por otro lado y en consonancia con esta sorpresiva escalada militar, Rusia desató en 2144 su también brutal ejército sobre la Europa eslava, considerando derechos históricos sobre estos territorios antaño parte de lo que se conocía como “Imperio Soviético”. Lo único positivo del comienzo de la guerra fue que las políticas de desarme nuclear habían dado sus frutos, la amenaza atómica formaba parte de un segundo plano dado que las necesidades imperativas de cada potencia eran la obtención de recursos energéticos de manera desesperada, no la destrucción de los mismos así como sus medios mecánicos de obtención.

La guerra se desarrolló mediante amplios despliegues de unidades convencionales y Europa no estaba ni remotamente preparada para eso. Los analistas de información vieron como año tras años sus hipótesis más peligrosas pasaban a ser hipótesis más probables mientras, desesperados, trataban de hacer que sus gobiernos corporativizados empatizasen con la situación. Una sociedad dividida, empobrecida y ajena al mundo sumado al poder menguante de unos gobiernos corruptos crearon una gran oportunidad para las potencias Neo Soviéticas y chinas de iniciar un conflicto que se presumía concluiría con rapidez. No obstante y, comenzando en Polonia, los ejércitos europeos contuvieron la marea rusa. Las bajas eran atroces y dichos ejércitos, tanto unos como otros, simplemente no estaban diseñados para la magnitud de ese conflicto. Los reducidos tamaños y alta tecnificación se anularon los unos a los otros y la guerra no tardó en derivar en un conflicto clásico como el que aconteció en la década de 1940. Esta inesperada situación estuvo unida desde el principio al factor población; millones de habitantes vivían hacinados en las megalópolis europeas, así como millones vivían en las ciudades de Rusia. Los rearmes y reclutamientos constitucionales dieron lugar a ejércitos ingentes rápida y pobremente armados que chocaban unos con otros como si de una guerra antigua se tratase. Los muertos se contaban por millones en pocos meses y los restos de los ejércitos regulares se conservaban como unidades de élite cuya utilización debía estar plenamente justificada mientras centenares de miles de civiles militarizados se dirigían a los diferentes frentes de combate.

Mientras tanto África había sido convertido en un gigantesco tablero de ajedrez. Los países en vías de desarrollo que lentamente habían ido progresando durante el siglo XXI se vieron obligados a unirse frente a la guerra que Estados Unidos mantenía con China por el control de la todavía enorme cantidad de recursos que ese continente poseía. Un conflicto a tres bandas obligó a los contendientes a luchar de manera asimétrica y convencional al mismo tiempo; los africanos carecían de la tecnología necesaria para plantar cara a unos u a otros, pero aun así decidieron hacer pagar caro a cada invasor por su intromisión en África, largo tiempo subyugada al potencial económico de Oriente y Occidente. Mientras tanto los estados mayores de los ejércitos americanos y chinos se fintaban, contragolpeaban y economizaban esfuerzos en una guerra mucho menos sangrienta pero más decisiva que la guerra en Europa. Mientras se desarrollaba esa lucha, ambos países delegaban en sus aliados las guerras por Japón, Filipinas y Australia, territorios todos ellos anegados de combatientes chinos y coreanos que trataban simplemente de colapsar los frentes con fuego automático, haciendo imposible la defensa efectiva a cada gobierno regional, obligándoles a armar a sus poblaciones para mantener una suerte de guerra parecida a la europea.

Es dentro de esta mortandad y entre los años 2146 al 2163 cuando tiene lugar en Suiza, dentro de las antiguas instalaciones del CERN, el proyecto GenWar. Partiendo de los estudios que tuvieron lugar desde el 46, en el 2148 se comienzan a crear los primeros cigotos genéticamente modificados y adaptados a las necesidades imperantes del momento histórico: La guerra. Al mismo tiempo que generaciones enteras se perdían en un conflicto interminable, los genetistas y científicos de GenWar daban a luz centenares de miles de futuros combatientes a los cuales sobrealimentaron para acelerar su crecimiento como si de ganado se tratase y a quienes armaron con los últimos remanentes tecnológicos disponibles. La última apuesta europea estaba hecha. El resto de la guerra es bien conocida por cualquier alumno de la posguerra o, más bien, de los años PPG. Diecisiete años después del comienzo de las investigaciones, las hordas de soldados modificados barren los escenarios de combate de una manera que costaría siglos olvidar; los millones de soldados rusos de baja calidad que luchaban en estos conflictos fueron completamente masacrados mientras los millones de soldados europeos de baja calidad se limitaban a llorar y a vomitar. Tras capitular Rusia, se redespliegan a estas tropas en el escenario africano con idénticos resultados. Para 2165 la guerra ha terminado. A lo largo de los siguientes años, para 2175, todos los soldados de GenWar han muerto debido a la imposibilidad de sus organismos para soportar la tremenda cantidad de variaciones genéticas a las que se habían visto sometidos. Una cantidad de millones de muertos cerca de la mitad de la población mundial del siglo XXI e incontables ciudades devastadas e irrecuperables son solo las consecuencias más visibles de un conflicto que ha durado demasiado como para ser olvidado.


Las siguientes sociedades son creadas genéticamente y acondicionadas para ofrecer lo mejor que tiene la especie, no tardando en configurar diferentes calidades de seres humanos. Es ahora cuando se empieza a hablar de años PPG, cambiando el calendario en algún punto cercano al año 2200 y reconfigurándolo al año 0PPG. Nuevos problemas agitan a la población de las ciudades impresas en 3D que tratan de reconstruir la especie. La lucha entre individualidad y colectivismo no ha sido nunca tan tangible puesto que la humanidad se divide entre comunes y eficientes, estos últimos valiéndose de disminuidos genéticos conocidos como funcionales solo aptos para labores específicas. ¿Podrá la especie adaptarse al nuevo rol, asumirán los comunes el ocaso de la antigua civilización para dar paso a la nueva humanidad? ¿Perderán los eficientes la salvaje humanidad que tanto dolor y avances ha causado a los comunes en su eterna dualidad, o crecerán como líderes indiscutibles de una sociedad compuesta por esclavos felices mientras ellos rediseñan el concepto de Homo Sapiens?

sábado, 29 de octubre de 2016

Eugen I






Resultado de imagen de gen


            - Lo sentimos ciudadano, su configuración genoeficiente no resulta adecuada para formar parte del programa para la optimización de la especie. No obstante, y si es usted voluntario, puede asignar su persona a nuestro programa derivado para el mantenimiento de la especie. – La sonrisa de la operaria era perfecta, me resultaba casi ridículo asociar esa tremenda frialdad a un rostro tan hermoso. Joder, esa sonrisa era casi hipnótica. De bella que resultaba ni siquiera me produjo ningún tipo de excitación, solo algún tipo de estoicidad diseñada para no hacerme sentir inferior, o eso creo yo.
-          - No será necesario señorita, tan solo tenía curiosidad. Muchas gracias por su ayuda.
-          - Disfrute de su día ciudadano, recuerde que siempre podrá contar con Neugen para cualquier necesidad. – De nuevo esa dichosa sonrisa y sus ojos azul eléctrico clavados en los míos.

Había acudido al centro de reproducción por inercia ya que conocía sobradamente el resultado de las pruebas. Mi nombre es Eloi Neander y soy un común. Bueno, cualquier lector puede considerarse común o corriente o quizá ambas cosas a la vez y habrá alguno de ustedes que crea en la individualidad maravillosa de cada ser humano, pero créame, sigue siendo usted un animal común y bastante anodino (digo “bastante” porque bajo mi punto de vista un bivalvo viene a ser “totalmente” anodino) y está usted diferenciado de su vecino en tan solo un 0.01 % de su combinación genética. Todo eso está muy bien porque nos coloca a todos en un punto de partida equitativo, justo lo que cualquier sociedad moderna desearía, pero en mi mundo llevan un par de generaciones creando otro tipo de humano y lo llaman eficiente. Eso podría resultar insultante a un buen trabajador del siglo XXI (o de cualquier siglo pasado en realidad) ya que la eficiencia laboral no es un invento de mi época, pero ese término en estos tiempos tiene una connotación diferente; alrededor del año 2148 – y sé que no soy muy preciso… soy común, recuerden – diferentes científicos descubren cómo mezclar los genes para obtener cigotos capaces de desarrollar cualidades deseadas. Según la asignatura de Prehistoria Genoeficiente el mayor quebradero de cabeza de los genetistas antiguos no era saber dónde estaban y cuantos genes había, eso estaba solucionado, el problema radicaba en que esa ínfima variedad (entre 35.000 y 40.000 genes) no justificaba el colorido resultado que era nuestra especie, así que la deducción obvia era que la variabilidad que reflejaban nuestros antecesores nacía de la mezcla de esos genes. Bien, pues en el 2148 los genetistas europeos logran descubrir cómo manipular todos esos manojos aleatorios e invitarlos a mejorar la especie mediante pequeñas variaciones en los diferentes tipos de proteínas. Y, vaya, no me pregunten más, creo que el asunto iba por ahí en realidad. El resultado de todo este embrollo es que estamos en el año 39 PPG (Post Prehistoria Genoeficiente) y la especie lo considera tan maravilloso como para crear un calendario nuevo.

Mis padres eran buena gente, eso debo reconocerlo. Habían sobrevivido a la Tercera Guerra Mundial, lo cual según mi opinión los hace ser gente maravillosa, al fin y al cabo si se les hubiese ocurrido morir es bastante lógico pensar que yo no estaría aquí escupiendo mis lamentos en este teclado pasado de moda. El problema con ellos es que eran unos puristas y todo ese asunto de la mejora genética les asustaba, cosa comprensible si prestamos atención a los últimos soldados que participaron en la guerra y que habían nacido como parte de ese proyecto, siendo unos tipos enormes, psicópatas y carentes de empatía que tenían al parecer unas mandíbulas exageradamente prominentes y una propensión a la apatía de lo más desconcertante en una criatura tan aparentemente hiperactiva durante el combate. Todo eso puede ser más o menos convincente, pero el mayor problema radicó en que esos tipos murieron entre los ocho y diez años siguientes al final de la guerra, sencillamente se fueron apagando y esa no es una gran noticia si quieres tener un hijo haciendo uso de esos asuntos biotecnológicos. Por supuesto, los científicos de la época defendieron que el programa GenWar había sido un éxito rotundo: no solo la OTAN había ganado la guerra, también había retirado de la circulación la llave de su victoria de una forma barata y eficaz, librándose de esos asesinos apático-histéricos que tan útiles habían resultado.

¿Hace falta que diga que mis padres eran parte de una minoría? Al parecer sus genes no produjeron una balbuceante criatura, creo que en la década de los noventa quizá hubiera sido un tipo normal e incluso positivamente avispado, el problema era que las personas que crecieron conmigo, los de mi generación, eran geniales. Todos muy atractivos, con una estatura elevada sin ser gigantes incómodos, rápidos con las matemáticas y la filosofía y además para ellos las enfermedades que provocan las bacterias conocidas no eran una preocupación (lo siento si aparece una bacteria desconocida chicos, prueben con la siguiente tanda de súper-cigotos). Creo que sabe el lector lo que rápidamente provocó esto: Segregación social. En un tiempo record se sabía quién era común y quien era eficiente, así que aquí me tienen, consultando en un centro de reproducción si mis genes son viables para combinar con alguna sujeto de mi generación para obtener un retoño con garantías sociales.  Hice esto por aquello de cerrar posibilidades, que no quedara ningún “y si” en mi vida. Y si hubiera ido, y si hubiese estado… Ya saben. Un eficiente sabría si es útil cuestionarse estas cosas o no, pero yo soy un romántico así que necesitaba esa confirmación confirmada, si me permiten la redundancia. Lo que me empujó a tomar una decisión así fue el siguiente proyecto de empresas como Neugen, Astor Corp o Mon-Land y el resultado en mí día a día. No le bastaba a la sociedad crear una casta de líderes casi perfectos, necesitaba también una casta de trabajadores. Los padres de aquellos líderes estaban en desacuerdo, pero ya eran abuelos cuya opinión se consideraba vintage en el mejor de los casos, así que básicamente fueron los eficientes los que decidieron que las siguientes generaciones (sus descendientes precisamente) alternarían subhumanos con suprahumanos en correlativa proporción. Pretendían valerse de los primeros, seres simples, felices y con funciones muy específicas dentro de la sociedad para levantar nuevas culturas en las que ellos, como es normal, eran los indiscutibles y alegres líderes. ¿Dónde me colocaba a mí esta situación? Entre unos condescendientes eficientes y unos estúpidos funcionales. En fin, no es que la vida me hubiese tratado con extrema crueldad, es que para mí en ese momento carecía de interés ni atractivo, era un trámite en el que trabajaba hasta el extremo las funciones que más me unían a los restos de mi especie: dormir, alimentarme y hacer de ese alimento restos que debía expulsar, haciendo de mi una perfecta biomáquina de producir mierda.

Por todos esos motivos, tras mi visita a la clínica de Neugen me dirigí con parsimonia estudiada al tejado de mi bloque de apartamentos y me dispuse a saltar de alguna manera creativa y espectacular (debo reconocer que además llevaba dos días sin cumplir mi función biológica para la ocasión, así que iba a ser realmente espectacular lo que el funcional de turno tuviese que recoger). En esas estaba cuando conocí a Norna.

-          - ¿Qué haces, cachorro?
-          - ¿Eh? ¡Que me caigo! Joder, qué susto… ¿Quién eres tú? – Pegué un salto que no conviene pegar al borde de un edificio de quince plantas y me di la vuelta. La chica era una de esas clásicas que adoraban la ropa negra y tenían una pinta siniestra. Siempre consideré a esa gente un poco afectada y exagerada, así que me resultó un tanto ofensivo asustarme de una manera tan pueril.
-          - Soy Norna – Contestó rápida y cortante, como si además fuese obvio quien era.
-          - Ya, ¿Y qué haces aquí?
-          - Al parecer alargar unos segundos tu impresionante despedida. – Créanme, me sentí bastante estúpido en ese momento.
-          - Mmm… ¿Y has venido a ver el espectáculo, eh? No eres más que una morbosa.
-          - Claro, cachorro. Salta, anda, no dejes que yo te robe más tiempo. – Ya no solo me sentía ridículo, además sentía embarazo ante esa tipa burlona.
-          - 
-          - Efectivamente, valiente. Baja de ahí y escucha lo que tengo que decirte.

Perfecto. Mi vida no tenía mucho sentido, mi tentativa de suicidio había sido cortada de una manera harto humillante por una idiota disfrazada y además en ese momento tenía unas ganas horribles de ir al baño. La perspectiva, me apoyarán en esto, no era la más agradable y sin embargo bajé y la escuché. Lo que vino después fue tan inverosímil y sorprendente que, por una vez, sentí cierto interés real en seguir vivo…

domingo, 9 de octubre de 2016

Puntos de vista





Resultado de imagen de world war 1





Los ingenieros construyeron una acequia aprovechando la pendiente natural del terreno donde estamos situados. Hace un par de días que el bombardeo ha desdibujado su recorrido, desparramando su contenido por ahí de tal manera que la trinchera se ha llenado de heces y orina. Estudié filosofía e historia así que me doy cuenta de que las tropas que fueron derrotadas por Prusia hace casi cuarenta años no envidiarían nuestro estado aun teniendo en cuenta el resultado de su guerra. No solo puedo comparar mi situación con la de otros soldados del pasado si no que además me permitía pensar sobre lo hermoso de las relaciones humanas y fraternales en situaciones como esta. Hablo en pasado. A veces no hay tiempo de estrechar ninguna relación, los reemplazos llegan y mueren, así que a veces no conozco ni su nombre claro que... a veces tampoco lo pregunto. Ese chico a tres metros de mí, perenne en la alambrada, llegó la misma mañana en la que el bombardeo nos cubrió de mierda. Al menos no siente lo que tiene encima. Ahora estoy tranquilo.

Me despiertan. El sargento, buen tipo, me zarandea con fuerza y sin nervio. Me pregunta qué hago, en unos minutos salimos. Me incorporo confuso. Miro a mi alrededor, todos se aprestan a alinearse y ocupo mi hueco. El capellán pasa por detrás murmurando, lo percibo porque me roza. Calamos bayonetas, la orden coreada desde el otro extremo de la trinchera.

Miro al oficial. Mira su reloj. Amaga un silbido. Mira su reloj. Se detiene. Mira a su alrededor. Creo que me mira a mi por un segundo. Mira su reloj. Emite un prolongado silbido. Silencio… ¿Ya han pasado los minutos? Ruido y gritos. Olvidé calar mi casco y cae en mis ojos. Caigo al suelo. Me levanta el sargento. Calo el casco y corro tras mi unidad. Silbidos, silbidos. Dejo de oír, humedad en mi rostro. Paso de largo cuerpos, uno no tiene brazo. Busco el brazo con la mirada. No tiene brazo. Miro al frente por primera vez y veo cabezas. Me detengo y disparo. Corro. Algo me tumba, me miro y me levanto. Me detengo y disparo. Corro. Corro. La unidad salta hacia la trinchera. Llego a la trinchera, salto sobre un enemigo que tosía. Me siento afortunado, algo le hizo toser y ahora le apuñalo fácilmente. Ruido y gritos pero menor intensidad, empiezo a escuchar. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que hemos tomado la posición, nos miramos confusos. ¿Hay pocos enemigos o hemos sido muy rápidos? Silbido. Me tumbo en el suelo por instinto pero… No hay explosión, solo un estallido hueco. Sucesión de estallidos huecos, no hay explosiones, siento alivio. Veo un proyectil que ha formado un charco a su alrededor. Se evapora. Humo dorado. ¿Humo dora…?


----------------------------------------------------------------------------------------------


-          Con el permiso de vuecencia mi general, el informe del comandante Beaumont ha llegado, mi general – Taconazo y vista al techo. Aquel escribiente era un hombre esforzado pensó el general Nivelle.

-          Bien, dámelo – Taconazo y saludo. Se retira en silencio. El general ojeó por encima el encabezado del informe, había ordenado a sus mandos de batallón que no rellenaran de prosa y que la información fuera concisa. – Parece ser, caballeros, que efectivamente los alemanes están utilizando un gas de mayor letalidad, los rumores se han confirmado. Al parecer el comandante Beaumont ha perdido dos compañías en el tercer sector de Ypres. Equipen con máscaras a ese sector. En otro orden de cosas, Griaule, ¿qué hay del café que pedimos a los belgas?

-          Mi general, exactamente eso quería comentarle, he conseguido un kilo que el general Leman ha tenido la amabilidad de darnos. Me he tomado la libertad de prepararlo, mi general. – Griaule, el ordenanza mayor de la brigada de cuartel general se dio la vuelta y mostró una jarra metálica que aun humeaba tenuemente – Todavía está caliente – Dijo con una sonrisa a la concurrencia.

-          ¡Espléndido! Bien, ¿Quién es el oficial más joven de la sala?

-          ¡A la orden de vuecencia mi general, teniente Goux mi general! – El muchacho respondió con prontitud firme como un poste, no tenía la menor duda de su situación en la sala.

-          Haz el favor y ayuda a Griaule a preparar esos cafés, no veo otra manera mejor de empezar el día.

-          Mi general, si me permite, qué maravilloso sería poder aderezarlos con algo de leche francesa, ¿no está vuecencia de acuerdo? – Griaule escuchó mientras alineaba una serie de tazas, el teniente coronel Allard siempre tenía una puntualización acorde a cada situación.  

-          Eso sería magnífico, en realidad llevo cosa de dos semanas sin probarla.

-          Creo, mi general, que cerca del sector cuatro, donde mi brigada resiste al enemigo, hay una granja local. No es leche francesa pero, quién sabe mi general, quizá estos belgas tengan algo bueno que ofrecer después de todo. – El coronel Beauchene siempre había sido un fuerte competidor de Allard, un poco más fuerte a juzgar por su rango.

-          Bien, despache a una sección de su brigada y pídales un poco de leche, seguro que esos granjeros guardan algo que no han entregado todavía al ejército, ¿Qué le parece?


-          Mi general, ¡esa es una orden maravillosa!

sábado, 8 de octubre de 2016

Fehu


nordicos




Es medianoche, pero el valle está bañado por un sol mortecino, peinado por un viento que enfría pero no congela. Es verano en Islandia, en verano esta tierra no conoce la noche ni el hielo, el eterno día crea sombras y sensaciones difíciles de sentir en otros lugares. El sol de medianoche es algo romántico para Arik, nacido en las colonias Anglas, como si los dioses hubiesen despistado al lobo Skoll, permitiendo que Sol descanse de su continua cabalgata, pues incluso los tiros divinos han de descansar y Sol siempre echa en falta a Glaur. Mientras Arik y Thorstein caminaban por el Thyngvellir, la tierra de las uniones para las tribus islandesas, Arik, joven como era, cuestionaba lo que le habían enseñado; ¿cómo era posible que el malvado Skoll volara allá alto en el firmamento, así como el carro de Sol? Una vez, en Northumbría, participó en una caza de jabalíes y pudo ver como uno de los mastines de caza era completamente destripado por Cuerno de Oro, un gran jabalí que fue tan solo abatido por tres hombres fuertes a la vez, y después arrojado por un acantilado, ¿si ese mastín no pudo volar, cómo lo haría Skoll? El lobo seguro que era muy fuerte, tanto como un gran einherjar de Odín, pero no tenía alas, no podría sin duda volar como los pájaros.

Estas dudas religiosas rumiaba Arik en su agitada mente mientras su tío Thorstein, llamado Justo-en-Midgard, le guiaba a través de los senderos hacia los grandes acantilados, al fondo del hermoso valle. Algunos decían que el mismo Odín, con su hermano Loki, había erigido esos acantilados para vigilar desde lejos a los hombres durante sus reuniones anuales, donde promulgaban leyes y dictaban sentencias. Arik asistió el año anterior a su primera gran reunión, pero no vio al viejo Un-Ojo. No esperaba encontrarse con Loki, pues aun se encontraba atrapado pagando sus deudas con los aesir y los vanir, pero si al menos distinguir al infalible Odín en la lejanía. Solo los cuervos, y más de dos, asomaban por los riscos. ¿Estarían Huggin o Munnin ahí, entre sus hermanos negros, o esta leyenda también era dudosa, como el lobo Skoll causando la noche que devora al día?

En el poblado de Reikjavik, Arik tuvo la oportunidad de conocer a una figura sombría que hablaba con suavidad, como si temiese que sus palabras, de dichas en alta voz, desapareciesen entre la bruma de la mañana. Decía haber visitado la Ciudad Eterna, de haber caminado entre los Francos y haber vivido un tiempo en las campiñas de Londino. Este hombre había recorrido las tierras del Cristo Blanco y había decidido intentar llevar su fe, con poco éxito, a las tierras islandesas, conocedor de que ya desde hacía muchos años – más incluso que los colonos nórdicos – vivía una comunidad de misteriosos cristianos en esta tierra. Este misterioso hombre, de nombre Gregori, le había hablado de su religión; de cómo la salvación esperaba a todos los creyentes en su dios, único e invencible, tan puro que no luchaba con otros dioses.

-          Pero Odín tiene una lanza tan alta tan alta como dos hombres daneses, también tiene su caballo que se llama Sleipnir, que es un caballo muy rápido ¿Cómo puede ganar tu dios blanco si solo tiene sus ropas y además tiene las manos heridas? – Preguntó entonces un sorprendido Arik.
-         Querido hijo, mi Dios, que no es un dios cualquiera, jamás luchará con tus dioses, eso simplemente no tiene cabida bajo Su cielo. – La sonrisa de Gregori mostraba la paciencia de un maestro, pues así y con tesón, trataba de acercar a la luz de sus creencias al joven pagano.
-         Entonces, si no quiere luchar, Odín nunca dejará que ese dios tenga fuerza aquí…
-         Arik, pequeño, nadie debe darle o dejar de darle, ningún permiso al Señor.
-        ¿Y eso por qué?
-          Porque tus dioses no existen, hijo mío, Dios es uno y hará cuanto desee en esta su obra.

A esa conversación le sucedieron unas cuantas. Eran buenos tiempos, los nórdicos habían establecido colonias en las tierras de los anglos y sajones, solo guerreando con escotos y galeses, por lo cual el comercio y el intercambio de cultura se había sucedido con más éxito que en los años anteriores, los años de las razzias, saqueos y pillajes. “De la furia de los hombres del norte libradnos, ¡Oh, señor!” Este ruego alzaban los pueblos de Inglaterra para que ellos no fueran los siguientes en sentir las atenciones de esos belicosos marineros. Pero hoy día las cosas habían cambiado, gentes como Gregori, si bien vistas con recelo, eran toleradas en algunos enclaves nórdicos, como era el caso de Reikjavik.  El misionero y el chico, que contaba unos catorce veranos, hablaban sobre dioses, leyendas falsas y la luz del nuevo mundo, prometido a todos los creyentes que hubiesen llevado una vida pía y virtuosa, tal y cómo el Cristo Blanco y su representante, el Papa de Roma, dictaban. De manera paralela, su tío Thorstein, quien le acogió tras la muerte de su padre, le instruía en las antiguas leyendas, las eddas y las sagas, acudían al Gothi y este les prevenía contra el dios cristiano actuando a la defensiva y arrojando runas con furia, escupiendo al hablar y haciendo que los huesos de su choza traqueteasen. Eso causaba temor a Arik, que no era un mozo cobarde y ya levantaba con hombría escudo y espada, pero no acababa de fiarse del Gothi, ese hombrecillo misterioso envuelto en vapores y humedad.

Habían acudido a Thyngvellir tras un viaje de varios días a través del paisaje arrebatador de las tierras de Islandia. Thorstein aprovechó cada etapa para hablar de dioses, países, guerreros y culturas. El había luchado en muchas incursiones, estuvo entre aquellos que amedrentaron al Rey Franco y había vertido sangre galesa durante varias escaramuzas. Era un gran guerrero, tanto como casi todos los hombres nórdicos a su edad, pero era también un escaldo y un administrador de justicia, de ahí su nombre de saga. Thorstein el Justo-en-Midgard era conocido por su lucidez, su agudeza de ingenio y su gran capacidad a la hora de solucionar cuitas y discusiones de una manera parcial, de manera que ninguna de las partes fuera realmente feliz, pero tampoco realmente desdichada, apagando fuegos y templando el alma de los agraviados. Además Thorstein recordaba a su clan las leyendas y los éxitos, los recitaba con fuerza y todos le escuchaban con atención cuando hablaba. Si Arik no había cedido a los encantos de esa religión que ofrecía un paraíso en la muerte, en lugar de hielo o sangre, era por el carácter de su tío.

-     Arik, ya hemos llegado, aquí acaba este viaje – Se encontraban en los acantilados desde donde, supuestamente, Odín observaba a los hombres que abajo en el valle decidían su destino – Cuéntame, joven guerrero, ¿Qué es lo que ves?
-        Veo el Thyngvellir, tío – Respondió tímido Arik.
-         Pero, ¿sabes lo que representa?
-        Bueno, sé que nuestra gente se reúne aquí y los mayores deciden lo que se tendrá que hacer.
-          No solo los mayores y los ancianos Arik, ¿Quién más es capaz de hacerlo?
-        Pues todos los hombres… - Arik dudo en su respuesta, pues le sonaba de una obviedad absurda.
-         Exacto, todos los hombres, ¿sabes acaso quien decide lo que se va a hacer en las tierras del sur?
-         ¿Quién, tío?
-      Los reyes. Los reyes y los hombres del Cristo Blanco, Arik. Unos pocos deciden el destino de muchos, usan las horcas y los verdugos, apagan el fuego del hombre y guían lo que se ha de hacer, se haga bien o se haga mal.
-          Pero tío, el padre Gregori me ha contado que los cristianos del sur son felices.
-      ¿Lo son, Arik? Yo los he visto, he mirado a sus ojos. Me he sentido un lobo entre corderos. Ellos tienen hombres valientes, tienen grandes guerreros, pero no tienen hombres libres. Mismamente, se hacen llamar rebaño, rebaño de su señor.
-        ¿Y qué hay del Cristo Blanco? El les promete un paraíso, luz, comida y cobijo para toda la eternidad.
-        Te confiaré algo, hijo. Yo no sé si el viejo Thor me ayuda, no sé si Loki hace temblar las entrañas de Midgard o si Odín, que todo sabe y todo recuerda, sigue viajando entre los hombres. He visto mucho, he visto hombres huir de sus hogares dejando incluso atrás a sus mujeres, también los he visto luchando hasta la última gota de su sangre. Los he visto comerciando, amando y los he visto llorando. Arik, he visto muchas cosas y yo no sé qué dioses guían mi destino.
-         Tío… ¿acaso no crees ya en nuestros dioses?, ¿Y si el Cristo Blanco nos ayudará a ser mejores?
-       El Cristo Blanco… Dime cachorro, sé que hablaste mucho con ese viejo trotamundos, cuéntame ¿qué debe hacer un hombre que desee seguir los caminos de su dios?
-       Sí, me lo contó todo, espera… ¡ah!, ya recuerdo; debe bañarse, debe limpiarse, como si después de limpiarse cuando se lo diga un hombre santo naciese de nuevo. Debe ser fiel a su dios, claro, y hacer bien al prójimo. No puede robar y no puede matar, también tiene que ayudar a quien le haga falta. Creo que eso era… ¡bueno!, también tiene que arrepentirse de vez en cuando por si hizo algo mal. Es que su dios es tan fuerte que está en todos los sitios, así que hay que tener cuidado con lo que se hace, es un dios listo y les vigila siempre.
-          Arik – exclamó riendo Thorstein – ¡Si debe ser tremendo paraíso ese hogar del Cristo Blanco!
-          ¿Lo crees también, tío?
-        ¡Desde luego! Claro que tendrá comida y bebida en abundancia, pues no creo que ni un solo cristiano viva allí todavía.
-          ¿Por qué no?
-        Arik, les he visto matar, pero uno podría pensar que nosotros atacamos y podría pensar bien, pues hemos segado muchas vidas cristianas, pero les he visto matarse entre ellos, robarse y engañarse. Les he visto hacerse arder por sus pecados que en ocasiones tan solo eran amar y vivir, les he visto mover a sus gentes a la guerra usando las palabras de su dios. ¡Ese dios dice que no maten, pero dice a sus hombres santos que lleven al pueblo a la batalla! Muy parecidos son los intereses de su dios con los de sus reyes y sus religiosos, Arik, muy parecidos…
-       Pero tío, nosotros también marchamos a la batalla, ¿No está el Jarl Hrothgar reclutando hombres para atacar Irlanda?
-        Si Arik, es cierto. Somos hombres ávidos de botín, los vikingr somos una hermandad de guerreros codiciosos, pero Arik, nota la diferencia; nuestros dioses nos apoyan, nuestros dioses nos dejan hacer libremente lo que consigamos. Odín dice: Luchad, vivid, pelead y sangrad, ya rendiremos cuentas, ya bien vosotros sabéis si os espera Hel u os espera Valhalla. ¿Sabes qué quiere decir esto, Arik?
-          Creo que si…
-        En el fondo lo sabes. Quiere decir que tu fama es tuya. Solo hay una cosa que no es tuyo; el tiempo que juzgan necesario las Volvas, pero hijo, nuestros dioses nos invitan a vivir como seamos capaces de vivir. El hombre del norte sabe cuando ha de hablar, cuando ha de pagar y cuando ha de luchar. El hombre del sur no lo sabe, espera a que se lo digan, porque su dios no quiere que ellos piensen. Arik, debes comprender una cosa: ¿por qué voy a confiar en un dios tan poderoso, qué tiene el para mí? Siendo tan grande, ¿no es acaso estúpido para el que los hombres, tan por debajo suyo, crean o no en él? Nuestros dioses sangran, lloran, luchan y mueren. Puedo dudar de si ellos, los dioses, siguen o no siguen entre nosotros; pero sé para qué sirven.
-          ¿Y para qué sirve un dios si no es para gobernar, tío?
-         Sirven para recordarnos quienes somos, que la libertad tiene un precio y que solo hay un juez para la vida de un hombre. Odín perdió un ojo, Baldr murió y Loki sufre interminable agonía. Tyr es bravo pero perdió un brazo por jugar con El Gran Lobo Fenrir, Sol ha de huir de Skoll, pues le hizo burla y paga su osadía. Nuestros dioses viven, Arik, sufren su existencia y disfrutan sus éxitos, tienen deudas y son como nosotros. Ese Cristo Blanco tan ajeno a mí, que quiere tanto de mi y pide tanto de mi vida ¡qué tenga valor de perdonarnos si tan piadoso resulta!, ¡si promueve la paz que enseñe a sus hijos a no matarse entre ellos y que funda las espadas! En algo valoro, no obstante, a los hombres de la cruz.
-         ¿En qué?
-          Ellos me recuerdan que realmente estoy vivo. Vive, Arik, fórjate un destino. Mira a los dioses, pero jamás les preguntes qué hacer. Mira a sus ojos y diles lo que has hecho y lo que harás y ellos, quizá, sonrían contigo.

Arik tuvo mucho que pensar y aun pensó mucho más. Arik Vista de Halcón siguió pensando muchos años después de esa conversación. Vivió la vida como el hubo de decidir, comparó y tomó su decisión. Fue justo consigo mismo, pues hay algo que no muere jamás: El juicio emitido por la fama de un hombre muerto. Pero eso es otra historia. Ese día, en Thyngvellir, dos cuervos alzaron el vuelo cuando Arik y Thorstein dejaron el valle.

domingo, 27 de marzo de 2016

La Gran Decisión





           Entonces, habéis decidido quedaros en esta tierra yerma… - Si bien Lanza-Fuerte comprendía todas las connotaciones de aquello, no podía evitar sentir un fuerte vacío dentro de sí mismo. Durante generaciones incontables, el clan había ido viajando hacia el norte, tras las manadas, ese era el designio que los tótems exigían y así se lo hacían ver a cada clan que decidía detener su ardua marcha.
-          Hemos observado la tierra, no es yerma hermano, no lo es. He visto crecer frutos de la nada, donde tan solo había un arbusto desnudo. ¿Recuerdas cuando encontramos el Valle de la Plenitud hará tres ciclos completos? Cuando volvimos de nuevo tras nuestra marcha, al evitar las Grandes Montañas, pude ver cómo nuevos frutos habían nacido donde no había nada, más si bien las manadas ya no existían. – No era la primera vez que Lanza-Fuerte y Ojo-Agudo tenían una conversación parecida, pero algo iba a cambiar a partir de ahora.


Desde los comienzos de aquellos clanes poco numerosos mucho había cambiado. Ya apenas nadie recordaba la oscura Era del Frío y tras esos aciagos días los pocos clanes que habían sobrevivido decidieron unirse en comunidades de cazadores y recolectores, conocedores de que Gaia les había advertido duramente casi extinguiéndoles. La próxima vez que los dioses decidieran congelar el mundo, ellos debían estar unidos y cuidarse, siendo más antes que menos. Las enseñanzas ancestrales hablaban de la unidad del clan por encima de todo, siendo el peor castigo el destierro, garantía de una muerte segura a manos de cualquiera de las innumerables amenazas de la Tierra, era por esto que Lanza-Fuerte apenas podía comprender por qué Ojo-Agudo iba a separar el clan justo ahora.


-           Hermano, sabes que he cazado a tu lado, hemos compartido sangre y heridas, hemos abatido a los grandes mastodontes allá donde los hemos encontrado trayendo siempre al clan los mejores regalos. Recuerda incluso cuando el Hijo de los Dioses talló en piedra con sangre nuestras hazañas. Pero lo que me propones ahora… No puedo acompañarte en esto, los dioses nos han enseñado a que sin la Eterna Marcha no es posible nuestra existencia.
-           No negaré que temo mi decisión, no negaré que es difícil de comprender incluso para mí, pero… ¿Y cuando no haya más manadas?, ¿Son de verdad nuestra guía hacia los dioses o simplemente huyen de nosotros? Todos los días medito sobre esas preguntas y, al ver a la Tierra naciendo de nuevo, me he convencido de que es posible llamarle a este valle hogar.


Aquella fue la última vez que Lanza-Fuerte vio a Ojo-Agudo, no había resentimiento entre ellos y si buenos deseos, pues hacía milenios habían comprendido que la cooperación entre el clan era crucial, pero si sentían algo en común: determinación. Ni Lanza-Fuerte iba a mirar atrás ni Ojo-Agudo iba a reanudar la marcha, la Historia demostraría con paciencia quien iba a tener la razón y el progreso de su lado y quien, por contra, estaba destinado a languidecer hasta casi desaparecer de sus anales. Mucho sufrió Gaia el avance de Lanza-Fuerte. Las grandes estepas donde vivían los enormes mamuts fueron esquilmadas de toda especie que aquella criatura voraz pudiera consumir, tal era su habilidad que pronto no hubo ser capaz de plantarles cara, ni siquiera aquellos similares a ellos que ya habían llegado antes. La vida en islas y penínsulas fue puesta a prueba cada vez que esta plaga tenaz llegaba hambrienta mientras, inconscientes, los componentes de esa enfermedad avanzaban implacables creyendo en la necesidad de sus acciones, necesitando del nutriente que su viaje les proporcionaba.

¿Y qué fue de Ojo-Agudo y sus seguidores? Poco a poco descubrieron que Gaia podía proporcionar sus frutos de manera periódica. También construyeron hogares y domesticaron animales, pues los frutos de la tierra no estaban siempre disponibles. Descubrieron de la peor de las maneras que mantener limpios sus hogares y crear hogares diferentes para sus animales era necesario para poder coexistir en esos espacios tan pequeños que habían construido. Murieron a docenas cuando nuevas enfermedades comenzaron a brotar en sus tímidos asentamientos, pero al igual que sus hermanos errantes, consiguieron adaptarse con tenacidad al nuevo medio impuesto por ellos mismos, sobreviviendo a enfermedades que hubieran acabado – como en realidad hicieron – con cualquiera de los miembros cazadores que antiguamente habían compartido camino con ellos. La Tierra no dejó de pagar por esta decisión pues enormes bosques fueron eliminados y numerosas especies finalmente aniquiladas para dar cabida a los cada vez más grandes asentamientos de aquellas criaturas sedentarias.

Ocurrió que, tras milenios separados, los sucesores de Lanza-Fuerte y Ojo-Agudo volvieron a encontrarse. Los primeros habían comprendido en muchos lugares que era necesario armonizarse con su entorno pues, de lo contrario, el depredar a las especies que eran su sustento podía volverse rápidamente en su contra. Eran fuertes, inteligentes y capaces, hábiles viviendo de la naturaleza y respetuosos con la misma, temiendo el día en que faltasen a los dioses y estos les privaran de comida. Pero eran pocos, muy pocos. Los hijos de Ojo-Agudo habían crecido en número hasta que incluso Gaia no entendía muy bien cual iba a ser su destino bajo el control de esos pequeños seres voraces. Si bien los sucesores de aquellos que decidieron establecerse en comunidades fijas no eran tan fuertes ni hábiles como sus parientes viajeros, tenían grandes tecnologías y habían desarrollado herramientas que les hacían capaces de someter el medio a ellos mismos, sin necesidad de adaptarse a él. Lo que hubo de ser un reencuentro entre hermanos, donde pudieran compartir lo aprendido a lo largo de muchos milenios, se torno en masacre cuando la ambición por los recursos y las enfermedades se impusieron a la cooperación y a la hermandad.

Lo que ocurrió durante esos oscuros años es ya conocido por todos, sin embargo es ahora cuando, cobrando conciencia de sí mismo y analizando lo peligroso de su decisión, Ojo-Agudo comienza a entender muy poco a poco que, si bien su decisión trajo la supervivencia a su especie, el precio que había pagado era enorme. Pero eso es otra historia que será contada en el futuro.

jueves, 17 de marzo de 2016

Hijas de Universo



Imagine el lector una presión sobre los hombros tan inconmensurable que fuera imposible de percibir. Esta presión, de ser experimentada, comprimiría hasta un nivel mucho menor que ínfimo al desdichado lector. La buena noticia es que los receptores para sentir esta opresiva situación no tendrían tiempo de avisar al cerebro, el cual dejaría de existir al inicio de nuestro imaginativo experimento. Esta presión (y mis palabras se quedan dramáticamente cortas) debió sentir Universo cuando nació, pero él si pudo superarlo. De su prisión eterna logró escapar a través de los resquicios más minúsculos, provocando una reacción tan rápida y gloriosa que supuso su liberación inmediata, elevando la temperatura de la sorpresa hasta cotas nunca antes alcanzadas, al igual que nunca después.


Cuando se sintió libre su tensión disminuyó, haciéndolo a su vez la temperatura enorme que su liberación había generado. Tímidos y cautelosos, los protones y neutrones liberados fruto de tal cataclismo creativo fueron agrupándose y formando pequeñas fortalezas llamadas átomos, sintiéndose presentes en la existencia, ya que antes no habían sido si quiera un proyecto para nadie. Temerosos de la violenta explosión que hacía milésimas eternas habían vivido, comenzaron a unirse en comunidades cada vez más grandes formando diferentes moléculas y convirtiéndose en verdaderos elementos por derecho propio. De esta manera Universo dejó de estar solo muy poco después de su nacimiento. Contento por su descubrimiento, percibió que a su alrededor, incluso él mismo, era todo oscuro, incluyendo además a sus minúsculos amigos pero conspiró con ellos para crear Luz. No pensó a priori qué hacer con dicha Luz, no sabía que sería indispensable para que llegara Vida, eones después y tampoco dedujo las consecuencias de crear a las portadoras de dicha Luz, las estrellas.

Poderosas y ardientes, las estrellas se erigieron como hogar para infinidad de átomos a la deriva, los cuales se sentían tan seguros que dieron forma a comunidades de Hidrógeno y de Helio. Más dentro de las estrellas, tal es su poder, los átomos acabaron por sentirse desintegrados, destruídos y reformados una y otra vez, comprobando que lo que era un brillante hogar no era si no una eternidad de violencia y fuego. Comprendiendo dicha naturaleza, los átomos se propusieron huir de los incandescentes núcleos estelares, provocando una ira aun mayor de las estrellas, las cuales reaccionaban emanando más energía para bloquear la huída de los átomos, quienes debían seguir fusionándose y estallando, perpetuando la existencia de su anfitriona.

Si bien la naturaleza de las estrellas es caprichosa y violenta, no son más que hijas jóvenes de Universo con un periodo vital y una utilidad definida. Como dijimos, Universo necesitaba de Luz para continuar su obra pero también necesitaba de muchas cosas más. A medida que los tiranizados átomos de cada estrella agotaron la resistencia atroz de cada una, provocaron estallidos de tal magnitud que, a lo largo del cosmos, pudieron volver a fusionarse a placer, creando los elementos que conforman hoy día a Universo. Tal era la alegría de los átomos que hicieron de la creación una obra artística tan magníficamente orquestada que de dónde solo había dos elementos y esbozos de alguno más, nacieron maravillas tales como Carbono, Oxígeno, Hierro o Uranio.

Los nacimientos de estrellas con un talante más o menos violento se siguieron sucediendo, así como las gigantescas explosiones de creación, conformando un paisaje galáctico que bien podría recordarnos lo que ahora atisbamos al mirar fuera de Tierra. Al mismo ritmo, los nuevos elementos fueron uniéndose y viajando, dando forma a tantísimos astros que ocupan Universo, tal es el origen de planetas, asteroides o satélites. Paralelamente y dependiendo del carácter y muerte de cada estrella, encontramos también pequeñas ancianas, reminiscencia de lo que fue una gran estrella, negros pozos de ira resentidos por su destino o graciosos espíritus luminosos que juegan con los átomos, estableciendo una paz casi eterna entre ellos.

Ya sea en estrellas solitarias como Sol, cúmulos como la gran urbe estelar de Pléyades o viejas amigas de Universo como He 1523-0901, ellas siguen iluminando la gran cavidad creciente que es el cosmos, provocando dolor o placer a los astros y engañando o liberando átomos continuamente ya que es en este juego donde algo que sería Vida comenzó a ser, al menos, soñado.