jueves, 17 de marzo de 2016

Hijas de Universo



Imagine el lector una presión sobre los hombros tan inconmensurable que fuera imposible de percibir. Esta presión, de ser experimentada, comprimiría hasta un nivel mucho menor que ínfimo al desdichado lector. La buena noticia es que los receptores para sentir esta opresiva situación no tendrían tiempo de avisar al cerebro, el cual dejaría de existir al inicio de nuestro imaginativo experimento. Esta presión (y mis palabras se quedan dramáticamente cortas) debió sentir Universo cuando nació, pero él si pudo superarlo. De su prisión eterna logró escapar a través de los resquicios más minúsculos, provocando una reacción tan rápida y gloriosa que supuso su liberación inmediata, elevando la temperatura de la sorpresa hasta cotas nunca antes alcanzadas, al igual que nunca después.


Cuando se sintió libre su tensión disminuyó, haciéndolo a su vez la temperatura enorme que su liberación había generado. Tímidos y cautelosos, los protones y neutrones liberados fruto de tal cataclismo creativo fueron agrupándose y formando pequeñas fortalezas llamadas átomos, sintiéndose presentes en la existencia, ya que antes no habían sido si quiera un proyecto para nadie. Temerosos de la violenta explosión que hacía milésimas eternas habían vivido, comenzaron a unirse en comunidades cada vez más grandes formando diferentes moléculas y convirtiéndose en verdaderos elementos por derecho propio. De esta manera Universo dejó de estar solo muy poco después de su nacimiento. Contento por su descubrimiento, percibió que a su alrededor, incluso él mismo, era todo oscuro, incluyendo además a sus minúsculos amigos pero conspiró con ellos para crear Luz. No pensó a priori qué hacer con dicha Luz, no sabía que sería indispensable para que llegara Vida, eones después y tampoco dedujo las consecuencias de crear a las portadoras de dicha Luz, las estrellas.

Poderosas y ardientes, las estrellas se erigieron como hogar para infinidad de átomos a la deriva, los cuales se sentían tan seguros que dieron forma a comunidades de Hidrógeno y de Helio. Más dentro de las estrellas, tal es su poder, los átomos acabaron por sentirse desintegrados, destruídos y reformados una y otra vez, comprobando que lo que era un brillante hogar no era si no una eternidad de violencia y fuego. Comprendiendo dicha naturaleza, los átomos se propusieron huir de los incandescentes núcleos estelares, provocando una ira aun mayor de las estrellas, las cuales reaccionaban emanando más energía para bloquear la huída de los átomos, quienes debían seguir fusionándose y estallando, perpetuando la existencia de su anfitriona.

Si bien la naturaleza de las estrellas es caprichosa y violenta, no son más que hijas jóvenes de Universo con un periodo vital y una utilidad definida. Como dijimos, Universo necesitaba de Luz para continuar su obra pero también necesitaba de muchas cosas más. A medida que los tiranizados átomos de cada estrella agotaron la resistencia atroz de cada una, provocaron estallidos de tal magnitud que, a lo largo del cosmos, pudieron volver a fusionarse a placer, creando los elementos que conforman hoy día a Universo. Tal era la alegría de los átomos que hicieron de la creación una obra artística tan magníficamente orquestada que de dónde solo había dos elementos y esbozos de alguno más, nacieron maravillas tales como Carbono, Oxígeno, Hierro o Uranio.

Los nacimientos de estrellas con un talante más o menos violento se siguieron sucediendo, así como las gigantescas explosiones de creación, conformando un paisaje galáctico que bien podría recordarnos lo que ahora atisbamos al mirar fuera de Tierra. Al mismo ritmo, los nuevos elementos fueron uniéndose y viajando, dando forma a tantísimos astros que ocupan Universo, tal es el origen de planetas, asteroides o satélites. Paralelamente y dependiendo del carácter y muerte de cada estrella, encontramos también pequeñas ancianas, reminiscencia de lo que fue una gran estrella, negros pozos de ira resentidos por su destino o graciosos espíritus luminosos que juegan con los átomos, estableciendo una paz casi eterna entre ellos.

Ya sea en estrellas solitarias como Sol, cúmulos como la gran urbe estelar de Pléyades o viejas amigas de Universo como He 1523-0901, ellas siguen iluminando la gran cavidad creciente que es el cosmos, provocando dolor o placer a los astros y engañando o liberando átomos continuamente ya que es en este juego donde algo que sería Vida comenzó a ser, al menos, soñado.

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