domingo, 27 de marzo de 2016

La Gran Decisión





           Entonces, habéis decidido quedaros en esta tierra yerma… - Si bien Lanza-Fuerte comprendía todas las connotaciones de aquello, no podía evitar sentir un fuerte vacío dentro de sí mismo. Durante generaciones incontables, el clan había ido viajando hacia el norte, tras las manadas, ese era el designio que los tótems exigían y así se lo hacían ver a cada clan que decidía detener su ardua marcha.
-          Hemos observado la tierra, no es yerma hermano, no lo es. He visto crecer frutos de la nada, donde tan solo había un arbusto desnudo. ¿Recuerdas cuando encontramos el Valle de la Plenitud hará tres ciclos completos? Cuando volvimos de nuevo tras nuestra marcha, al evitar las Grandes Montañas, pude ver cómo nuevos frutos habían nacido donde no había nada, más si bien las manadas ya no existían. – No era la primera vez que Lanza-Fuerte y Ojo-Agudo tenían una conversación parecida, pero algo iba a cambiar a partir de ahora.


Desde los comienzos de aquellos clanes poco numerosos mucho había cambiado. Ya apenas nadie recordaba la oscura Era del Frío y tras esos aciagos días los pocos clanes que habían sobrevivido decidieron unirse en comunidades de cazadores y recolectores, conocedores de que Gaia les había advertido duramente casi extinguiéndoles. La próxima vez que los dioses decidieran congelar el mundo, ellos debían estar unidos y cuidarse, siendo más antes que menos. Las enseñanzas ancestrales hablaban de la unidad del clan por encima de todo, siendo el peor castigo el destierro, garantía de una muerte segura a manos de cualquiera de las innumerables amenazas de la Tierra, era por esto que Lanza-Fuerte apenas podía comprender por qué Ojo-Agudo iba a separar el clan justo ahora.


-           Hermano, sabes que he cazado a tu lado, hemos compartido sangre y heridas, hemos abatido a los grandes mastodontes allá donde los hemos encontrado trayendo siempre al clan los mejores regalos. Recuerda incluso cuando el Hijo de los Dioses talló en piedra con sangre nuestras hazañas. Pero lo que me propones ahora… No puedo acompañarte en esto, los dioses nos han enseñado a que sin la Eterna Marcha no es posible nuestra existencia.
-           No negaré que temo mi decisión, no negaré que es difícil de comprender incluso para mí, pero… ¿Y cuando no haya más manadas?, ¿Son de verdad nuestra guía hacia los dioses o simplemente huyen de nosotros? Todos los días medito sobre esas preguntas y, al ver a la Tierra naciendo de nuevo, me he convencido de que es posible llamarle a este valle hogar.


Aquella fue la última vez que Lanza-Fuerte vio a Ojo-Agudo, no había resentimiento entre ellos y si buenos deseos, pues hacía milenios habían comprendido que la cooperación entre el clan era crucial, pero si sentían algo en común: determinación. Ni Lanza-Fuerte iba a mirar atrás ni Ojo-Agudo iba a reanudar la marcha, la Historia demostraría con paciencia quien iba a tener la razón y el progreso de su lado y quien, por contra, estaba destinado a languidecer hasta casi desaparecer de sus anales. Mucho sufrió Gaia el avance de Lanza-Fuerte. Las grandes estepas donde vivían los enormes mamuts fueron esquilmadas de toda especie que aquella criatura voraz pudiera consumir, tal era su habilidad que pronto no hubo ser capaz de plantarles cara, ni siquiera aquellos similares a ellos que ya habían llegado antes. La vida en islas y penínsulas fue puesta a prueba cada vez que esta plaga tenaz llegaba hambrienta mientras, inconscientes, los componentes de esa enfermedad avanzaban implacables creyendo en la necesidad de sus acciones, necesitando del nutriente que su viaje les proporcionaba.

¿Y qué fue de Ojo-Agudo y sus seguidores? Poco a poco descubrieron que Gaia podía proporcionar sus frutos de manera periódica. También construyeron hogares y domesticaron animales, pues los frutos de la tierra no estaban siempre disponibles. Descubrieron de la peor de las maneras que mantener limpios sus hogares y crear hogares diferentes para sus animales era necesario para poder coexistir en esos espacios tan pequeños que habían construido. Murieron a docenas cuando nuevas enfermedades comenzaron a brotar en sus tímidos asentamientos, pero al igual que sus hermanos errantes, consiguieron adaptarse con tenacidad al nuevo medio impuesto por ellos mismos, sobreviviendo a enfermedades que hubieran acabado – como en realidad hicieron – con cualquiera de los miembros cazadores que antiguamente habían compartido camino con ellos. La Tierra no dejó de pagar por esta decisión pues enormes bosques fueron eliminados y numerosas especies finalmente aniquiladas para dar cabida a los cada vez más grandes asentamientos de aquellas criaturas sedentarias.

Ocurrió que, tras milenios separados, los sucesores de Lanza-Fuerte y Ojo-Agudo volvieron a encontrarse. Los primeros habían comprendido en muchos lugares que era necesario armonizarse con su entorno pues, de lo contrario, el depredar a las especies que eran su sustento podía volverse rápidamente en su contra. Eran fuertes, inteligentes y capaces, hábiles viviendo de la naturaleza y respetuosos con la misma, temiendo el día en que faltasen a los dioses y estos les privaran de comida. Pero eran pocos, muy pocos. Los hijos de Ojo-Agudo habían crecido en número hasta que incluso Gaia no entendía muy bien cual iba a ser su destino bajo el control de esos pequeños seres voraces. Si bien los sucesores de aquellos que decidieron establecerse en comunidades fijas no eran tan fuertes ni hábiles como sus parientes viajeros, tenían grandes tecnologías y habían desarrollado herramientas que les hacían capaces de someter el medio a ellos mismos, sin necesidad de adaptarse a él. Lo que hubo de ser un reencuentro entre hermanos, donde pudieran compartir lo aprendido a lo largo de muchos milenios, se torno en masacre cuando la ambición por los recursos y las enfermedades se impusieron a la cooperación y a la hermandad.

Lo que ocurrió durante esos oscuros años es ya conocido por todos, sin embargo es ahora cuando, cobrando conciencia de sí mismo y analizando lo peligroso de su decisión, Ojo-Agudo comienza a entender muy poco a poco que, si bien su decisión trajo la supervivencia a su especie, el precio que había pagado era enorme. Pero eso es otra historia que será contada en el futuro.

jueves, 17 de marzo de 2016

Hijas de Universo



Imagine el lector una presión sobre los hombros tan inconmensurable que fuera imposible de percibir. Esta presión, de ser experimentada, comprimiría hasta un nivel mucho menor que ínfimo al desdichado lector. La buena noticia es que los receptores para sentir esta opresiva situación no tendrían tiempo de avisar al cerebro, el cual dejaría de existir al inicio de nuestro imaginativo experimento. Esta presión (y mis palabras se quedan dramáticamente cortas) debió sentir Universo cuando nació, pero él si pudo superarlo. De su prisión eterna logró escapar a través de los resquicios más minúsculos, provocando una reacción tan rápida y gloriosa que supuso su liberación inmediata, elevando la temperatura de la sorpresa hasta cotas nunca antes alcanzadas, al igual que nunca después.


Cuando se sintió libre su tensión disminuyó, haciéndolo a su vez la temperatura enorme que su liberación había generado. Tímidos y cautelosos, los protones y neutrones liberados fruto de tal cataclismo creativo fueron agrupándose y formando pequeñas fortalezas llamadas átomos, sintiéndose presentes en la existencia, ya que antes no habían sido si quiera un proyecto para nadie. Temerosos de la violenta explosión que hacía milésimas eternas habían vivido, comenzaron a unirse en comunidades cada vez más grandes formando diferentes moléculas y convirtiéndose en verdaderos elementos por derecho propio. De esta manera Universo dejó de estar solo muy poco después de su nacimiento. Contento por su descubrimiento, percibió que a su alrededor, incluso él mismo, era todo oscuro, incluyendo además a sus minúsculos amigos pero conspiró con ellos para crear Luz. No pensó a priori qué hacer con dicha Luz, no sabía que sería indispensable para que llegara Vida, eones después y tampoco dedujo las consecuencias de crear a las portadoras de dicha Luz, las estrellas.

Poderosas y ardientes, las estrellas se erigieron como hogar para infinidad de átomos a la deriva, los cuales se sentían tan seguros que dieron forma a comunidades de Hidrógeno y de Helio. Más dentro de las estrellas, tal es su poder, los átomos acabaron por sentirse desintegrados, destruídos y reformados una y otra vez, comprobando que lo que era un brillante hogar no era si no una eternidad de violencia y fuego. Comprendiendo dicha naturaleza, los átomos se propusieron huir de los incandescentes núcleos estelares, provocando una ira aun mayor de las estrellas, las cuales reaccionaban emanando más energía para bloquear la huída de los átomos, quienes debían seguir fusionándose y estallando, perpetuando la existencia de su anfitriona.

Si bien la naturaleza de las estrellas es caprichosa y violenta, no son más que hijas jóvenes de Universo con un periodo vital y una utilidad definida. Como dijimos, Universo necesitaba de Luz para continuar su obra pero también necesitaba de muchas cosas más. A medida que los tiranizados átomos de cada estrella agotaron la resistencia atroz de cada una, provocaron estallidos de tal magnitud que, a lo largo del cosmos, pudieron volver a fusionarse a placer, creando los elementos que conforman hoy día a Universo. Tal era la alegría de los átomos que hicieron de la creación una obra artística tan magníficamente orquestada que de dónde solo había dos elementos y esbozos de alguno más, nacieron maravillas tales como Carbono, Oxígeno, Hierro o Uranio.

Los nacimientos de estrellas con un talante más o menos violento se siguieron sucediendo, así como las gigantescas explosiones de creación, conformando un paisaje galáctico que bien podría recordarnos lo que ahora atisbamos al mirar fuera de Tierra. Al mismo ritmo, los nuevos elementos fueron uniéndose y viajando, dando forma a tantísimos astros que ocupan Universo, tal es el origen de planetas, asteroides o satélites. Paralelamente y dependiendo del carácter y muerte de cada estrella, encontramos también pequeñas ancianas, reminiscencia de lo que fue una gran estrella, negros pozos de ira resentidos por su destino o graciosos espíritus luminosos que juegan con los átomos, estableciendo una paz casi eterna entre ellos.

Ya sea en estrellas solitarias como Sol, cúmulos como la gran urbe estelar de Pléyades o viejas amigas de Universo como He 1523-0901, ellas siguen iluminando la gran cavidad creciente que es el cosmos, provocando dolor o placer a los astros y engañando o liberando átomos continuamente ya que es en este juego donde algo que sería Vida comenzó a ser, al menos, soñado.

lunes, 14 de marzo de 2016

El legado de Terra



Ocurrió tras la tercera gran explosión universal. Hicieron falta eones eternos para que las estrellas cedieran su supremacía a los cuerpos menos brillantes, clamantes de atención. Dichos cuerpos representados por los planetas exigieron tener su oportunidad en Universo. Traviesas las estrellas, consintieron en su formación. Algunas de ellas, llegado ya su momento de morir, decidieron formar parte del gran juego produciendo con sus explosiones la magia que había de ser necesaria para que los planetas tuvieran forma. Pero las estrellas no iban a ceder tan fácilmente, si bien Universo dictaba las normas, eran ellas las encargadas de llevarlas a cabo, siempre bajo su férreo control.

-          Así pues, queréis existir y vivir a costa de nuestra luz...
-          ¡Por supuesto! El derecho a la existencia no es solo vuestro, ardientes señoras, ha llegado un nuevo orden, detened vuestro violento juego y dejad de destruir el negro tejido de la existencia, permitid que los hijos de Universo podamos disfrutar de su obra. 

Ya nada recuerda cuantas pugnas hubo entre la hegemonía de las estrellas y el auge de los planetas, pero las primeras impusieron sus normas inclementes, subordinando a sus hijos bajo su control durante millones de años.

-         Si tanto deseáis ser creados, asumid pues esta realidad: Para toda la eternidad bailaréis al son que nosotras os impondremos, lucharéis entre iguales a lo largo de millones de años; colisionad, estallad, morid y prevaleced si sois dignos de la luz que solo nosotras producimos y produciremos, pues es lo último que os imponemos; la luz será solo nuestra hija y vosotros, mineral o gas, nunca podréis emitirla pues no amáis su brillo de la manera que nosotras lo hacemos.

De esta manera terminó la hegemonía estelar y comenzó la era de las galaxias, donde las estrellas, celosas unas de otras, competían con atraer a cuantos más planetas posibles mientras estos luchaban contra todos los restos que las estrellas moribundas habían generado al morir. Algunos de estos restos se convertían en planetas, otros de maligna naturaleza hacían estallar con ira a los más jóvenes e indefensos. Nadie recuerda ya el nombre del oscuro resto que impactó en la joven Tierra, estando a punto de apartarla de la competición que era la más simple existencia, pero sucedió una maravilla, existió el acuerdo y la concordia: Nació Luna, la hija de un planeta que ayudaría a Tierra a prevalecer y a desarrollarse. Nunca se sabrá si Tierra ganó la guerra contra el oscuro impacto o tan solo convenció a su naturaleza para que la unión fuera posible, pero si sabemos que Tierra y Luna han conspirado siempre para favorecer a Vida.

Tierra sabía que dependía de Sol para seguir existiendo así que decidió aprovechar que Sol castigaba duramente a Mercurio por la osadía de existir bajo su más inmediata sombra. Mientras las más destructivas atenciones hacían la existencia de Mercurio lo más dura imaginable, Tierra y Luna crearon a Vida con el peregrino anhelo de que Vida, miles de millones de años en el futuro, les ayudase a subyugar a Sol y le hiciesen comprender que incluso una estrella ha de temer cuando el polvo creado por ellas mismas decide evolucionar hasta el punto de sacudirse de su control. Vida, ingenua todavía, disfruta de Sol y aprende sus secretos, ama a Tierra y a veces también la hace sufrir. Esta inconstante hija incluso llego a jugar con Luna fugazmente, de manera tímida e insegura.  


¿Dónde llegará Vida? ¿Dominará la existencia de Sol y sus hermanas? ¿Acaso Tierra resistirá su crecimiento cada vez más curioso y expansivo? Una cosa es cierta y Sol es consciente de esta realidad: Cuando nuestra estrella decida que el juego de Tierra deba acabar, destruirá completamente en una gloriosa explosión lo que permitió existir tantísimos millones de años en el pasado. Solo entonces, en ese momento aciago que aun nos cuesta si quiera imaginar, es cuando podremos comprobar si el legado de Gaia prevalece más allá de un sueño y su apuesta se convierte en una realidad que permita a Vida hablar de quien la hizo nacer, de los dos pequeños y ambiciosos astros la vieron crecer y la impulsaron a conocer a Universo, quien aguarda paciente el desenlace de lo que todos sus hijos decidan hacer, quien sabe con qué proyectos en el interior de su insondable existencia…

Inicio de Vida



Ella es joven todavía, apenas tiene mil millones de años. Lo sigue siendo, pero en aquel momento no era consciente de los cambios que Vida había de producir en Ella. Permitía, inconsciente, que en ella misma conviviera el veneno y la esperanza, ah, ¡La esperanza!, ¡Cuan diferente hubiera sido el presente, tres mil quinientos millones de años después, si ella no hubiera recibido con un gesto maternal a esas conciencias que pugnaban en una guerra que nunca tuvieron posibilidad de ganar y, sin embargo, ganaron. Frutos aniñados de las más antiguas explosiones, fueron ardiente gas, emocionante luz y preciosa estrella, tras eones disfrutando de la eternidad repitieron el ciclo, aburridos de la inmensidad y esperando crear un Universo diferente en el que disfrutar sus existencias. Lo consiguieron, se dividieron y se unieron, se mezclaron y surgieron de nuevo. Al fin, le dieron forma a Ella y Ella les acogió, pero no solo a ellos, también a la vida que traían, pues este era su nuevo juego y su nueva forma de existir, ¿qué hacer – pensaron las conciencias de estos niños traviesos – si nos añadimos electricidad, si buscamos un propósito que nos perpetúe? Pero no llegaron solos, la lucha fue ardua y el destino que les aguardaba difícil de concebir en aquel momento…

         - Son pocos los lugares que puedo visitar, en qué estaríamos pensando al animar nuestra existencia, dejar de ser polvo y convertirnos en polvo en movimiento. Antes no sabía de mi mismo pero estaba, volaba y seguro que viajaba, nos hemos confinado a nosotros mismos en este sitio tan violento, tan denso y pesado y a la vez tan volátil en su superficie… ¡Justo donde estoy!

Era ese haz infantil, que decidió ser Vida, atribulado en su existencia el primero que luchó y fue, pero hubo otros que, sin saber muy bien como, fueron perpetuándose a un ritmo tan lento que ni las estrellas comprendían por qué deseaban continuar así, más su conciencia era fuerte y su determinación férrea, quizá influjo del alma de Ella.

     -  Somos y, sin embargo, no acabamos lograr ser ¿No os sentís acaso impotentes en estas esquinas que logramos domesticar?
       -El enemigo que tenemos, que nos roba y hace de nuestra necesidad su aliada no permite que salgamos y, ya lo veis, quizá nos prefiere junto con Ella confinados aquí…
          -Me niego a creerlo, me niego a aceptarlo. Como sabemos, hemos viajado y vivido mucho tiempo a lo largo del espacio, hemos sido muchas formas, ¿Por qué aceptar que esta forma que hemos creado no tiene hueco en nuestro Universo?
-      - ¡Nosotros somos Universo! ¡Él nos dijo que existiéramos! ¿Cómo disfrutar de lo que Él nos prometió sin adaptarlo a nosotros?

Esas conciencias, esas primeras existencias dotadas de vida, vivían atormentadas y envidiosas de sus inertes hermanos, más su tenacidad fue recompensada. Tras eones de penurias una de ellas, una más brillante o más fuerte, quizá ambas cosas se alzó y pronunció el primer ¡Eureka! de la vida…

        -¡Sigamos existiendo! ¡Miradme!
         - ¡Eres enemigo…!
-        ¡No y mil veces no! He domado al enemigo, he descubierto que no es nuestro rival, que necesitaba de nuestra necesidad para seguir existiendo, pero le he mostrado un nuevo lugar donde vivir… ¡En mi mismo! Él me hace crecer y yo a cambio separo la garantía de nuestra vida para que sigamos viviendo y podamos existir en mayor número. Los que son como él seguirán llegando, pero ahora sabemos cómo recibirles.

Poco imaginarían esas conciencias, quizá latentes o quizá tan vivas como tú, lector o lectora, que serían pensadas y estudiadas millones de años después. Tantos años que daña imaginarlo. Pero así es, no solo estudiadas si no adoradas, respetadas y veneradas por ti o por mí. No solo inventaron la vida para seguir existiendo, si no que descubrieron que era un medio peligroso para hacerlo, pero también descubrieron cómo seguir haciéndolo con mayores garantías. ¿Y de Ella, qué fue? Ella conspiró con el destino para permitir que la vida dibujase sonrisas en forma de atmósfera y cordillera, mar y metal, hielo y fuego, ¡mucho fuego!, Ella fue golpeada por Universo quien, buen padre, ponía a prueba a sus vástagos cada varios millones de años. Le dijo a Sol, guardián de Ella, que vigilara y no permitiera que se relajase, que preparase a Vida para adaptarse a cualquier situación. Y en ese momento las pequeñas conciencias descubrieron algo tan poético como hacer del veneno una virtud: Separaron a Carbono de Oxígeno, le dijeron que se uniera a ellas y creciesen juntos, permitiendo a Oxígeno crear a Ozono, quien trabajó con Ella para que las conciencias pudieran seguir creciendo, muriendo y naciendo, para que pudieran seguir alimentándose y creando tantísima de la magia que hoy disfrutamos en forma de infinidad de materia. Son el diamante que te adorna, son el carbón que impulsó nuestro desarrollo emancipador de las normas que Ella impuso, son el oro y la madera, son lo que nos permite ser como somos. Son simple polvo de estrellas, pero qué maravilloso es eso. Somos lo que fueron y un poco más, somos réplicas de lo que ellos inventaron que pueden pensar en sí mismos, atormentarse y amarse usando la química que ellos idearon de una forma tan magnífica que incluso a veces ni siquiera alcanzamos a entender. Somos maldición y maravilla, tanto es así que Ella, si bien nos ama, nos teme. Nos pretende enseñar y adiestrar para conocer a Universo pero nosotros, inquietos, queremos más y lo queremos más rápido.

Ella, que es Tierra y Gaia, espera que aprendamos y que disfrutemos de Vida, quizá haya llegado el momento de plantearse este escenario, quizá debamos honrar la memoria de esos niños que fuimos y que nos permitieron existir en un presente que dominamos arrogantes y, seamos sinceros, en el que tal y como somos no duraremos mucho más. Llega quizá el momento de agitar la conciencia que nos dio forma tanto tiempo atrás y redefinir valientes a Vida, para que Tierra y Universo vuelvan a sonreír por habernos creado, por ser nosotros y sentir que nosotros somos ellos ya que, en definitiva, fuimos uno mucho atrás.