martes, 1 de noviembre de 2016

Eugen II


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Tras la caída de la URSS y el auge de los conflictos asimétricos en el panorama internacional quedaron claras dos conclusiones inmediatas; por un lado Occidente se había impuesto como potencia militar hegemónica y absoluta y por el otro se puso de relieve que los ingentes tamaños de los ejércitos occidentales eran no solo absolutamente caros a la hora de ser mantenidos, si no completamente inútiles en cuanto a tamaño se refiere. Mediante una serie de coreadas alianzas, tales como la OTAN y el EUROFOR, los diferentes países integrantes deciden compartir las responsabilidades y conformar una suerte de ejércitos que formaban parte teórica una gran coalición integrada, multiplicando fuerzas y capacidades. Esto, unido a los antes mencionados conflictos asimétricos, tuvo como resultado la creación de ejércitos dotados de una alta tecnología y muchos menos miembros que los ejércitos de la llamada guerra convencional. La hipotética paz que disfrutó Occidente durante décadas trajo de la mano una relativa complacencia de sus sociedades, ajenas a una realidad cada día más cruda. La existencia de dichos ejércitos altamente desarrollados permitió que los conflictos tuviesen lugar en áreas que los medios de comunicación hacían parecer de otro planeta, alimentando más esa sensación de confianza artificial que la sociedad “desarrollada” poseía.

Aquello nunca estuvo destinado a ser eterno. China había ido desarrollando una progresiva modernización de sus ejércitos, dotándolos de una capacidad de proyección estratégica (poder desplegar unidades autosuficientes a varios miles de kilómetros de sus fronteras) creciente que le permitió anexionarse gran cantidad de territorios a su alrededor al comienzo de la guerra, haciéndolos servir de puente para invadir África, previamente colonizada durante el siglo anterior. Para el año 2142 su ejército no tenía nada que envidiar a los ejércitos de Occidente. Por otro lado y en consonancia con esta sorpresiva escalada militar, Rusia desató en 2144 su también brutal ejército sobre la Europa eslava, considerando derechos históricos sobre estos territorios antaño parte de lo que se conocía como “Imperio Soviético”. Lo único positivo del comienzo de la guerra fue que las políticas de desarme nuclear habían dado sus frutos, la amenaza atómica formaba parte de un segundo plano dado que las necesidades imperativas de cada potencia eran la obtención de recursos energéticos de manera desesperada, no la destrucción de los mismos así como sus medios mecánicos de obtención.

La guerra se desarrolló mediante amplios despliegues de unidades convencionales y Europa no estaba ni remotamente preparada para eso. Los analistas de información vieron como año tras años sus hipótesis más peligrosas pasaban a ser hipótesis más probables mientras, desesperados, trataban de hacer que sus gobiernos corporativizados empatizasen con la situación. Una sociedad dividida, empobrecida y ajena al mundo sumado al poder menguante de unos gobiernos corruptos crearon una gran oportunidad para las potencias Neo Soviéticas y chinas de iniciar un conflicto que se presumía concluiría con rapidez. No obstante y, comenzando en Polonia, los ejércitos europeos contuvieron la marea rusa. Las bajas eran atroces y dichos ejércitos, tanto unos como otros, simplemente no estaban diseñados para la magnitud de ese conflicto. Los reducidos tamaños y alta tecnificación se anularon los unos a los otros y la guerra no tardó en derivar en un conflicto clásico como el que aconteció en la década de 1940. Esta inesperada situación estuvo unida desde el principio al factor población; millones de habitantes vivían hacinados en las megalópolis europeas, así como millones vivían en las ciudades de Rusia. Los rearmes y reclutamientos constitucionales dieron lugar a ejércitos ingentes rápida y pobremente armados que chocaban unos con otros como si de una guerra antigua se tratase. Los muertos se contaban por millones en pocos meses y los restos de los ejércitos regulares se conservaban como unidades de élite cuya utilización debía estar plenamente justificada mientras centenares de miles de civiles militarizados se dirigían a los diferentes frentes de combate.

Mientras tanto África había sido convertido en un gigantesco tablero de ajedrez. Los países en vías de desarrollo que lentamente habían ido progresando durante el siglo XXI se vieron obligados a unirse frente a la guerra que Estados Unidos mantenía con China por el control de la todavía enorme cantidad de recursos que ese continente poseía. Un conflicto a tres bandas obligó a los contendientes a luchar de manera asimétrica y convencional al mismo tiempo; los africanos carecían de la tecnología necesaria para plantar cara a unos u a otros, pero aun así decidieron hacer pagar caro a cada invasor por su intromisión en África, largo tiempo subyugada al potencial económico de Oriente y Occidente. Mientras tanto los estados mayores de los ejércitos americanos y chinos se fintaban, contragolpeaban y economizaban esfuerzos en una guerra mucho menos sangrienta pero más decisiva que la guerra en Europa. Mientras se desarrollaba esa lucha, ambos países delegaban en sus aliados las guerras por Japón, Filipinas y Australia, territorios todos ellos anegados de combatientes chinos y coreanos que trataban simplemente de colapsar los frentes con fuego automático, haciendo imposible la defensa efectiva a cada gobierno regional, obligándoles a armar a sus poblaciones para mantener una suerte de guerra parecida a la europea.

Es dentro de esta mortandad y entre los años 2146 al 2163 cuando tiene lugar en Suiza, dentro de las antiguas instalaciones del CERN, el proyecto GenWar. Partiendo de los estudios que tuvieron lugar desde el 46, en el 2148 se comienzan a crear los primeros cigotos genéticamente modificados y adaptados a las necesidades imperantes del momento histórico: La guerra. Al mismo tiempo que generaciones enteras se perdían en un conflicto interminable, los genetistas y científicos de GenWar daban a luz centenares de miles de futuros combatientes a los cuales sobrealimentaron para acelerar su crecimiento como si de ganado se tratase y a quienes armaron con los últimos remanentes tecnológicos disponibles. La última apuesta europea estaba hecha. El resto de la guerra es bien conocida por cualquier alumno de la posguerra o, más bien, de los años PPG. Diecisiete años después del comienzo de las investigaciones, las hordas de soldados modificados barren los escenarios de combate de una manera que costaría siglos olvidar; los millones de soldados rusos de baja calidad que luchaban en estos conflictos fueron completamente masacrados mientras los millones de soldados europeos de baja calidad se limitaban a llorar y a vomitar. Tras capitular Rusia, se redespliegan a estas tropas en el escenario africano con idénticos resultados. Para 2165 la guerra ha terminado. A lo largo de los siguientes años, para 2175, todos los soldados de GenWar han muerto debido a la imposibilidad de sus organismos para soportar la tremenda cantidad de variaciones genéticas a las que se habían visto sometidos. Una cantidad de millones de muertos cerca de la mitad de la población mundial del siglo XXI e incontables ciudades devastadas e irrecuperables son solo las consecuencias más visibles de un conflicto que ha durado demasiado como para ser olvidado.


Las siguientes sociedades son creadas genéticamente y acondicionadas para ofrecer lo mejor que tiene la especie, no tardando en configurar diferentes calidades de seres humanos. Es ahora cuando se empieza a hablar de años PPG, cambiando el calendario en algún punto cercano al año 2200 y reconfigurándolo al año 0PPG. Nuevos problemas agitan a la población de las ciudades impresas en 3D que tratan de reconstruir la especie. La lucha entre individualidad y colectivismo no ha sido nunca tan tangible puesto que la humanidad se divide entre comunes y eficientes, estos últimos valiéndose de disminuidos genéticos conocidos como funcionales solo aptos para labores específicas. ¿Podrá la especie adaptarse al nuevo rol, asumirán los comunes el ocaso de la antigua civilización para dar paso a la nueva humanidad? ¿Perderán los eficientes la salvaje humanidad que tanto dolor y avances ha causado a los comunes en su eterna dualidad, o crecerán como líderes indiscutibles de una sociedad compuesta por esclavos felices mientras ellos rediseñan el concepto de Homo Sapiens?

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