sábado, 29 de octubre de 2016

Eugen I






Resultado de imagen de gen


            - Lo sentimos ciudadano, su configuración genoeficiente no resulta adecuada para formar parte del programa para la optimización de la especie. No obstante, y si es usted voluntario, puede asignar su persona a nuestro programa derivado para el mantenimiento de la especie. – La sonrisa de la operaria era perfecta, me resultaba casi ridículo asociar esa tremenda frialdad a un rostro tan hermoso. Joder, esa sonrisa era casi hipnótica. De bella que resultaba ni siquiera me produjo ningún tipo de excitación, solo algún tipo de estoicidad diseñada para no hacerme sentir inferior, o eso creo yo.
-          - No será necesario señorita, tan solo tenía curiosidad. Muchas gracias por su ayuda.
-          - Disfrute de su día ciudadano, recuerde que siempre podrá contar con Neugen para cualquier necesidad. – De nuevo esa dichosa sonrisa y sus ojos azul eléctrico clavados en los míos.

Había acudido al centro de reproducción por inercia ya que conocía sobradamente el resultado de las pruebas. Mi nombre es Eloi Neander y soy un común. Bueno, cualquier lector puede considerarse común o corriente o quizá ambas cosas a la vez y habrá alguno de ustedes que crea en la individualidad maravillosa de cada ser humano, pero créame, sigue siendo usted un animal común y bastante anodino (digo “bastante” porque bajo mi punto de vista un bivalvo viene a ser “totalmente” anodino) y está usted diferenciado de su vecino en tan solo un 0.01 % de su combinación genética. Todo eso está muy bien porque nos coloca a todos en un punto de partida equitativo, justo lo que cualquier sociedad moderna desearía, pero en mi mundo llevan un par de generaciones creando otro tipo de humano y lo llaman eficiente. Eso podría resultar insultante a un buen trabajador del siglo XXI (o de cualquier siglo pasado en realidad) ya que la eficiencia laboral no es un invento de mi época, pero ese término en estos tiempos tiene una connotación diferente; alrededor del año 2148 – y sé que no soy muy preciso… soy común, recuerden – diferentes científicos descubren cómo mezclar los genes para obtener cigotos capaces de desarrollar cualidades deseadas. Según la asignatura de Prehistoria Genoeficiente el mayor quebradero de cabeza de los genetistas antiguos no era saber dónde estaban y cuantos genes había, eso estaba solucionado, el problema radicaba en que esa ínfima variedad (entre 35.000 y 40.000 genes) no justificaba el colorido resultado que era nuestra especie, así que la deducción obvia era que la variabilidad que reflejaban nuestros antecesores nacía de la mezcla de esos genes. Bien, pues en el 2148 los genetistas europeos logran descubrir cómo manipular todos esos manojos aleatorios e invitarlos a mejorar la especie mediante pequeñas variaciones en los diferentes tipos de proteínas. Y, vaya, no me pregunten más, creo que el asunto iba por ahí en realidad. El resultado de todo este embrollo es que estamos en el año 39 PPG (Post Prehistoria Genoeficiente) y la especie lo considera tan maravilloso como para crear un calendario nuevo.

Mis padres eran buena gente, eso debo reconocerlo. Habían sobrevivido a la Tercera Guerra Mundial, lo cual según mi opinión los hace ser gente maravillosa, al fin y al cabo si se les hubiese ocurrido morir es bastante lógico pensar que yo no estaría aquí escupiendo mis lamentos en este teclado pasado de moda. El problema con ellos es que eran unos puristas y todo ese asunto de la mejora genética les asustaba, cosa comprensible si prestamos atención a los últimos soldados que participaron en la guerra y que habían nacido como parte de ese proyecto, siendo unos tipos enormes, psicópatas y carentes de empatía que tenían al parecer unas mandíbulas exageradamente prominentes y una propensión a la apatía de lo más desconcertante en una criatura tan aparentemente hiperactiva durante el combate. Todo eso puede ser más o menos convincente, pero el mayor problema radicó en que esos tipos murieron entre los ocho y diez años siguientes al final de la guerra, sencillamente se fueron apagando y esa no es una gran noticia si quieres tener un hijo haciendo uso de esos asuntos biotecnológicos. Por supuesto, los científicos de la época defendieron que el programa GenWar había sido un éxito rotundo: no solo la OTAN había ganado la guerra, también había retirado de la circulación la llave de su victoria de una forma barata y eficaz, librándose de esos asesinos apático-histéricos que tan útiles habían resultado.

¿Hace falta que diga que mis padres eran parte de una minoría? Al parecer sus genes no produjeron una balbuceante criatura, creo que en la década de los noventa quizá hubiera sido un tipo normal e incluso positivamente avispado, el problema era que las personas que crecieron conmigo, los de mi generación, eran geniales. Todos muy atractivos, con una estatura elevada sin ser gigantes incómodos, rápidos con las matemáticas y la filosofía y además para ellos las enfermedades que provocan las bacterias conocidas no eran una preocupación (lo siento si aparece una bacteria desconocida chicos, prueben con la siguiente tanda de súper-cigotos). Creo que sabe el lector lo que rápidamente provocó esto: Segregación social. En un tiempo record se sabía quién era común y quien era eficiente, así que aquí me tienen, consultando en un centro de reproducción si mis genes son viables para combinar con alguna sujeto de mi generación para obtener un retoño con garantías sociales.  Hice esto por aquello de cerrar posibilidades, que no quedara ningún “y si” en mi vida. Y si hubiera ido, y si hubiese estado… Ya saben. Un eficiente sabría si es útil cuestionarse estas cosas o no, pero yo soy un romántico así que necesitaba esa confirmación confirmada, si me permiten la redundancia. Lo que me empujó a tomar una decisión así fue el siguiente proyecto de empresas como Neugen, Astor Corp o Mon-Land y el resultado en mí día a día. No le bastaba a la sociedad crear una casta de líderes casi perfectos, necesitaba también una casta de trabajadores. Los padres de aquellos líderes estaban en desacuerdo, pero ya eran abuelos cuya opinión se consideraba vintage en el mejor de los casos, así que básicamente fueron los eficientes los que decidieron que las siguientes generaciones (sus descendientes precisamente) alternarían subhumanos con suprahumanos en correlativa proporción. Pretendían valerse de los primeros, seres simples, felices y con funciones muy específicas dentro de la sociedad para levantar nuevas culturas en las que ellos, como es normal, eran los indiscutibles y alegres líderes. ¿Dónde me colocaba a mí esta situación? Entre unos condescendientes eficientes y unos estúpidos funcionales. En fin, no es que la vida me hubiese tratado con extrema crueldad, es que para mí en ese momento carecía de interés ni atractivo, era un trámite en el que trabajaba hasta el extremo las funciones que más me unían a los restos de mi especie: dormir, alimentarme y hacer de ese alimento restos que debía expulsar, haciendo de mi una perfecta biomáquina de producir mierda.

Por todos esos motivos, tras mi visita a la clínica de Neugen me dirigí con parsimonia estudiada al tejado de mi bloque de apartamentos y me dispuse a saltar de alguna manera creativa y espectacular (debo reconocer que además llevaba dos días sin cumplir mi función biológica para la ocasión, así que iba a ser realmente espectacular lo que el funcional de turno tuviese que recoger). En esas estaba cuando conocí a Norna.

-          - ¿Qué haces, cachorro?
-          - ¿Eh? ¡Que me caigo! Joder, qué susto… ¿Quién eres tú? – Pegué un salto que no conviene pegar al borde de un edificio de quince plantas y me di la vuelta. La chica era una de esas clásicas que adoraban la ropa negra y tenían una pinta siniestra. Siempre consideré a esa gente un poco afectada y exagerada, así que me resultó un tanto ofensivo asustarme de una manera tan pueril.
-          - Soy Norna – Contestó rápida y cortante, como si además fuese obvio quien era.
-          - Ya, ¿Y qué haces aquí?
-          - Al parecer alargar unos segundos tu impresionante despedida. – Créanme, me sentí bastante estúpido en ese momento.
-          - Mmm… ¿Y has venido a ver el espectáculo, eh? No eres más que una morbosa.
-          - Claro, cachorro. Salta, anda, no dejes que yo te robe más tiempo. – Ya no solo me sentía ridículo, además sentía embarazo ante esa tipa burlona.
-          - 
-          - Efectivamente, valiente. Baja de ahí y escucha lo que tengo que decirte.

Perfecto. Mi vida no tenía mucho sentido, mi tentativa de suicidio había sido cortada de una manera harto humillante por una idiota disfrazada y además en ese momento tenía unas ganas horribles de ir al baño. La perspectiva, me apoyarán en esto, no era la más agradable y sin embargo bajé y la escuché. Lo que vino después fue tan inverosímil y sorprendente que, por una vez, sentí cierto interés real en seguir vivo…

5 comentarios:

  1. Espero que haya segunda parte pronto!

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  2. Tu y yo conoceos a gente del siglo XXII en el siglo XXI, ya sabes...... Eficientes X 1000 ;-)

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