Entonces, habéis decidido quedaros en esta
tierra yerma… - Si bien Lanza-Fuerte comprendía todas las connotaciones de
aquello, no podía evitar sentir un fuerte vacío dentro de sí mismo. Durante
generaciones incontables, el clan había ido viajando hacia el norte, tras las
manadas, ese era el designio que los tótems exigían y así se lo hacían ver a
cada clan que decidía detener su ardua marcha.
- Hemos observado la tierra, no es yerma hermano,
no lo es. He visto crecer frutos de la nada, donde tan solo había un arbusto
desnudo. ¿Recuerdas cuando encontramos el Valle de la Plenitud hará tres ciclos
completos? Cuando volvimos de nuevo tras nuestra marcha, al evitar las Grandes
Montañas, pude ver cómo nuevos frutos habían nacido donde no había nada, más si
bien las manadas ya no existían. – No era la primera vez que Lanza-Fuerte y
Ojo-Agudo tenían una conversación parecida, pero algo iba a cambiar a partir de
ahora.
Desde los
comienzos de aquellos clanes poco numerosos mucho había cambiado. Ya apenas
nadie recordaba la oscura Era del Frío y tras esos aciagos días los pocos clanes
que habían sobrevivido decidieron unirse en comunidades de cazadores y
recolectores, conocedores de que Gaia les había advertido duramente casi
extinguiéndoles. La próxima vez que los dioses decidieran congelar el mundo,
ellos debían estar unidos y cuidarse, siendo más antes que menos. Las
enseñanzas ancestrales hablaban de la unidad del clan por encima de todo,
siendo el peor castigo el destierro, garantía de una muerte segura a manos de
cualquiera de las innumerables amenazas de la Tierra, era por esto que
Lanza-Fuerte apenas podía comprender por qué Ojo-Agudo iba a separar el clan
justo ahora.
- Hermano, sabes que he cazado a tu lado, hemos
compartido sangre y heridas, hemos abatido a los grandes mastodontes allá donde
los hemos encontrado trayendo siempre al clan los mejores regalos. Recuerda
incluso cuando el Hijo de los Dioses talló en piedra con sangre nuestras
hazañas. Pero lo que me propones ahora… No puedo acompañarte en esto, los
dioses nos han enseñado a que sin la Eterna Marcha no es posible nuestra
existencia.
- No negaré que temo mi decisión, no negaré que es
difícil de comprender incluso para mí, pero… ¿Y cuando no haya más manadas?,
¿Son de verdad nuestra guía hacia los dioses o simplemente huyen de nosotros?
Todos los días medito sobre esas preguntas y, al ver a la Tierra naciendo de
nuevo, me he convencido de que es posible llamarle a este valle hogar.
Aquella fue la
última vez que Lanza-Fuerte vio a Ojo-Agudo, no había resentimiento entre
ellos y si buenos deseos, pues hacía milenios habían comprendido que la
cooperación entre el clan era crucial, pero si sentían algo en común:
determinación. Ni Lanza-Fuerte iba a mirar atrás ni Ojo-Agudo iba a reanudar
la marcha, la Historia demostraría con paciencia quien iba a tener la razón y
el progreso de su lado y quien, por contra, estaba destinado a languidecer
hasta casi desaparecer de sus anales. Mucho sufrió Gaia el avance de
Lanza-Fuerte. Las grandes estepas donde vivían los enormes mamuts fueron
esquilmadas de toda especie que aquella criatura voraz pudiera consumir, tal
era su habilidad que pronto no hubo ser capaz de plantarles cara, ni siquiera
aquellos similares a ellos que ya habían llegado antes. La vida en islas y
penínsulas fue puesta a prueba cada vez que esta plaga tenaz llegaba hambrienta
mientras, inconscientes, los componentes de esa enfermedad avanzaban
implacables creyendo en la necesidad de sus acciones, necesitando del nutriente
que su viaje les proporcionaba.
¿Y qué fue de
Ojo-Agudo y sus seguidores? Poco a poco descubrieron que Gaia podía
proporcionar sus frutos de manera periódica. También construyeron hogares y
domesticaron animales, pues los frutos de la tierra no estaban siempre
disponibles. Descubrieron de la peor de las maneras que mantener limpios sus
hogares y crear hogares diferentes para sus animales era necesario para poder
coexistir en esos espacios tan pequeños que habían construido. Murieron a
docenas cuando nuevas enfermedades comenzaron a brotar en sus tímidos
asentamientos, pero al igual que sus hermanos errantes, consiguieron adaptarse
con tenacidad al nuevo medio impuesto por ellos mismos, sobreviviendo a
enfermedades que hubieran acabado – como en realidad hicieron – con cualquiera
de los miembros cazadores que antiguamente habían compartido camino con ellos.
La Tierra no dejó de pagar por esta decisión pues enormes bosques fueron
eliminados y numerosas especies finalmente aniquiladas para dar cabida a los
cada vez más grandes asentamientos de aquellas criaturas sedentarias.
Ocurrió que,
tras milenios separados, los sucesores de Lanza-Fuerte y Ojo-Agudo volvieron a
encontrarse. Los primeros habían comprendido en muchos lugares que era
necesario armonizarse con su entorno pues, de lo contrario, el depredar a las
especies que eran su sustento podía volverse rápidamente en su contra. Eran
fuertes, inteligentes y capaces, hábiles viviendo de la naturaleza y
respetuosos con la misma, temiendo el día en que faltasen a los dioses y estos
les privaran de comida. Pero eran pocos, muy pocos. Los hijos de Ojo-Agudo
habían crecido en número hasta que incluso Gaia no entendía muy bien cual iba a
ser su destino bajo el control de esos pequeños seres voraces. Si bien los
sucesores de aquellos que decidieron establecerse en comunidades fijas no eran
tan fuertes ni hábiles como sus parientes viajeros, tenían grandes tecnologías
y habían desarrollado herramientas que les hacían capaces de someter el medio a
ellos mismos, sin necesidad de adaptarse a él. Lo que hubo de ser un
reencuentro entre hermanos, donde pudieran compartir lo aprendido a lo largo de
muchos milenios, se torno en masacre cuando la ambición por los recursos y las
enfermedades se impusieron a la cooperación y a la hermandad.
Lo que ocurrió
durante esos oscuros años es ya conocido por todos, sin embargo es ahora
cuando, cobrando conciencia de sí mismo y analizando lo peligroso de su
decisión, Ojo-Agudo comienza a entender muy poco a poco que, si bien su
decisión trajo la supervivencia a su especie, el precio que había pagado era
enorme. Pero eso es otra historia que será contada en el futuro.